miércoles, 29 de julio de 2015

Tarzán


Vale la pena que los papás puedan ver películas infantiles, es un ejercicio que nos permite remirar las situaciones cotidianas desde otra perspectiva.

Tarzán es una historia de adopción que muestra los contrastes entre la acogida-aceptación y el rechazo-prejuicios que suelen convivir en nuestra sociedad. Por un lado impacta la reacción y comportamiento del líder de los gorilas, quien desconfiado, rechaza a este niño que no pertenece al clan. Quizás esta figura es representativa de muchos de los prejuicios sociales que giran en torno a la adopción, de las aprehensiones que implica recibir a un otro que tiene un origen, un pasado y una historia distinta. Es la voz que señala, como un cable a tierra, que tanto el niño como los padres estarán expuestos a estos prejuicios, frente a lo que necesitan volverse fuertes y conscientes.

Por el otro, destaca el personaje de la gorila Kala, la madre tierna y acogedora que hace de este niño su hijo desde el primer momento, reconociendo en él la necesidad de cuidado, afecto y protección. Tarzán y su madre saben en el fondo que tienen un origen distinto, un reconocimiento que suele resultar difícil de enfrentar y aceptar para padres e hijos adoptivos. Cuando Tarzán se dirige a Kala con su rostro cubierto de lodo y le dice: “¡Mamá, mírame!”, esperando que ella pueda comprender, desifrar lo que le pasa: Mamá, soy distinto, no estuve en tu vientre, nací lejos de ti, y me hubiese gustado crecer dentro tuyo. Kala, como cualquier madre o padre, sintoniza con los sentimientos de pena y frustración de su hijo, que también son tan suyos, pensando: también me hubiese gustado que nacieras de mí. Tarzán es envuelto por el abrazo tibio y estrecho de su madre, quien le recuerda lo esencial: “Tú eres mi hijo”.


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