jueves, 26 de febrero de 2015

ETAPAS DEL PROCESO DE ADOPCIÓN. Una alternativa para formar familia

Psicólogo Clínico Infanto-Juvenil

Este texto expone el proceso que viven los padres adoptivos en su camino para formar su familia, el que comúnmente se inicia con la intención de tener hijos y deben enfrentar la imposibilidad de procrear.
Se hace una revisión que abarca el proceso desde la toma de la decisión, la preparación para adoptar, la espera y llegada del hijo y las etapas del ciclo vital de la familia adoptiva. Si bien ofrece una breve mirada a lo que es un complejo proceso, el objetivo es acercar este tema a quienes no están familiarizados con la adopción, exponiendo y derribando las principales creencias, mitos, prejuicios y temores que cargan esta realidad de un halo de misterio y secretos, de modo de validarla y darle la dimensión que le corresponde, ni más ni menos, como una forma de constituir familia.
        Formar una familia constituye comúnmente el anhelo de toda pareja que proyecta en sus futuros hijos la posibilidad de volcar el amor de su vocación parental, así como de algunos solteros. Por otra parte, es derecho de todo niño tener una familia que le brinde amor, protección y acogida, con la cual se identifique y se sienta perteneciente. De este modo, la adopción cumple un rol fundamental en la sociedad y constituye una alternativa para formar familia, bajo el entendido que ésta es una medida que protege al niño, pero que a la vez, se transforma en la posibilidad para muchos adultos de convertirse en padres. En ella, los miembros se unen a través del vínculo afectivo y legal, y gozan de reconocimiento social como tal. Llegar a formar una familia por esta vía implica un proceso largo y no exento de esfuerzos y dificultades, pero sin duda que tiene inmensas recompensas que justifican el largo camino recorrido.
TOMAR LA DECISIÓN
Si bien la infertilidad no siempre está presente en quienes optan por la adopción, suele ser la principal motivación que lleva a seguir este camino para formar familia; es por ello que me referiré a esta condición, que es reflejo de la mayor parte de los casos.
Una vez que la persona o la pareja se enfrenta a la imposibilidad de tener un hijo biológico, aparece la adopción como una alternativa para formar familia, pero ésta no es una decisión fácil. Inicialmente la pareja que se une en un proyecto común, cuyo eje central es el formar una familia, se ilusiona y fantasea sobre cómo serán los hijos que tendrán, a quiénes se parecerán y qué intereses desarrollarán en sus vidas, qué cosas harán con ellos y lo que les enseñarán como padres. Es decir, este hijo existe antes de ser engendrado, y parece tan real como el amor que sienten por él y con el que esperan su llegada.
Es posible que buscaran el embarazo biológico con mucha insistencia, acudiendo a la medicina reproductiva para revertir un diagnóstico de infertilidad. Este diagnóstico genera sentimientos de desesperanza y tristeza, con una amplia gama de matices, cuya intensidad y duración dependerán de factores sociales, familiares y personales. La necesidad de elaborar y procesar la pérdida, el dolor y la renuncia que la infertilidad biológica significa es universal para todas las parejas que han debido recorrer este camino, sin embargo, la duración de este proceso variará en cada caso según características particulares de la pareja y su entorno social.
El camino puede resultar doloroso y algunas veces requiere de apoyo profesional para entenderlo y resignificarlo, dándole un sentido que les permita crecer en un nuevo proyecto de vida. Una vez aceptada y elaborada la situación, la pareja puede abrirse a la posibilidad de tener un hijo por una vía alternativa a la procreación, un hijo que les brinde la oportunidad de formar una familia y realizarse como padres. Así, el dolor y frustración vividos se transforman en esperanza.
La posibilidad de volcar el amor adulto hacia un hijo es un privilegio que ofrece el niño a sus padres, pero para experimentarlo en forma madura y sana es necesario haber vivido el duelo por el hijo biológico perdido, ya que el hijo adoptado no reemplaza al que no se tuvo, sino que es un niño distinto y único, cuya individualidad debe ser respetada como tal.
Los temores habituales hacia ciertas temáticas de la adopción, como la herencia, la historia de origen, la fragilidad del vínculo, entre otros, se resuelven con información y con una comunicación clara y abierta, que les aporte a los padres la seguridad necesaria para incorporar en sus vidas a alguien tan importante como lo es un hijo. Éstos son aspectos que requieren ser trabajados y procesados por los padres para vivenciar y luego transmitir emocionalmente el valor y legitimidad de este modelo familiar al niño, promoviendo un discurso social que valide positivamente esta opción.
POSTULACIÓN Y REQUISITOS
Al acercarse a las instituciones acreditadas con el deseo de adoptar un hijo, los postulantes deben cumplir ciertos requisitos que la ley exige para iniciar el proceso de evaluación de idoneidad para la adopción. En Chile se requiere constituir matrimonio civil para el caso de postulación de parejas, tener entre veinticinco y sesenta años y postular a un niño al menos veinte años menor que el o los postulantes. Por lo general, se solicitan certificados civiles de matrimonio, nacimiento y antecedentes, certificados de salud y laboral y antecedentes de ingresos económicos; además, se piden cartas de recomendación de familiares y conocidos significativos en sus vidas. Siendo el caso, puede incluirse un certificado de infertilidad o incompatibilidad con el embarazo.
En beneficio del niño se prioriza la postulación de matrimonios chilenos y extranjeros con residencia en Chile, luego de matrimonios chilenos y extranjeros que no residen en Chile y finalmente de personas solteras, viudas y separadas. Además, existen parámetros que priorizan que las edades de los postulantes no se distancien demasiado con la del niño, favoreciendo una diferencia generacional más adecuada. Respecto de variables educacionales y económicas, se exige un nivel suficiente que asegure al niño condiciones de vida que satisfagan sus necesidades básicas y brinden mayores oportunidades para su desarrollo integral.
EVALUACIÓN Y APOYO PSICOSOCIAL
Esta etapa cumple con dos objetivos. El primero busca conocer a los futuros padres para realizar la evaluación de idoneidad, lo que constituye requisito formal para los postulantes, y permite la elaboración de un informe que dé cuenta de ello al Tribunal. El segundo intenta proporcionar espacios de información, reflexión y asesoramiento para abordar las problemáticas, temores, dudas y fantasías que puedan surgir en el o los postulantes. Formalmente, el proceso de adopción se inicia con su evaluación psicológica, social, moral y de salud. Esta evaluación busca orientar y clarificar las motivaciones para la adopción, así como descubrir y comprender las habilidades personales que cada uno puede aportar en su rol de padre. Asimismo, se evalúa la capacidad para enfrentar y resolver asuntos de pareja o personales que pudieran interferir en su función parental, como por ejemplo la necesidad de elaborar la infertilidad y la pérdida del hijo biológico. Se evalúa así, la existencia de un equilibrio psíquico en la pareja o la persona soltera, que posibilite construir un espacio familiar donde anide el deseo de filiación y el alimento afectivo o emocional.
El espacio de asesoría y preparación psicológica facilita a la pareja asumir la paternidad de un niño que tiene su propia historia, previo a su encuentro. Se busca preparar a los futuros padres para este momento tan especial y asegurar el bienestar del niño, procurándole la posibilidad de formar una familia sana en la cual crecer y desarrollarse. Este espacio de capacitación ofrece a su vez la tranquilidad a los padres de haber sido preparados para brindarle una buena acogida a su hijo.
ESPERANDO AL HIJO
Actualmente existe gran interés por la adopción de niños pequeños (desde recién nacidos a dos años de edad), lo que se traduce en varios postulantes por cada niño susceptible de ser adoptado. Ello implica un gran beneficio para el niño en cuanto a la posibilidad de recibir los padres más adecuados a sus necesidades, pero significa para los postulantes un periodo de espera más largo, que fluctúa entre uno y dos años.
Lo ideal sería asemejar el tiempo de espera al de la maternidad biológica de nueve meses, pero las condiciones no han permitido alcanzar esta meta. Más bien, el interés ha estado puesto en disminuir los tiempos de espera de los niños, quienes se encuentran en una institución o en una familia de acogida, cualquiera sea el caso, en una situación transitoria respecto a un hogar definitivo. Un encuentro familiar antes de los seis meses de edad resultaría favorable para el desarrollo del vínculo de apego del niño con sus padres, pero la realidad muestra casos de niños más grandes. Ahora bien, la carencia primaria que se produce luego de esta edad puede subsanarse en el seno familiar, ésta inevitablemente implica un periodo de reparación. Lo esencial es brindarle al niño la seguridad y estabilidad que quienes lo reciben serán definitivamente su familia, lo que requiere, no sólo de la preparación de los futuros padres, sino de un proceso legal que ratifique esta decisión como irrefutable.
Para los futuros padres adoptivos este periodo resulta una dura prueba, en el cual deben recurrir a todos sus recursos personales y de pareja para sobrellevarlo. Pero no se encuentran solos, existen diversos tipos de acompañamiento que se despliegan en su ayuda. En este periodo contarán con charlas, foros y reuniones donde se encontrarán con otras personas en su situación, en que escucharán y discutirán experiencias de quienes ya han vivido este proceso, y recibirán orientaciones y consejos de profesionales, padres e hijos adoptivos en distintas etapas familiares. Serán capacitados y acompañados para enfrentar mejor la espera y luego la parentalidad adoptiva, a través de instancias de contención y apoyo que respondan a las necesidades de los postulantes, acogiendo sus dudas y temores.
Este tiempo puede resultar largo y extenuante, pero es esperanzador, y en él se descubre que muchas personas han recorrido el mismo camino, que lo han superado y tienen a su hijo, pudiendo finalmente formar una familia.
LA LLEGADA DEL HIJO Y LA ADAPTACIÓN FAMILIAR
El momento en que los padres reciben la noticia que su hijo los está esperando es muy emotivo e intenso. Ha terminado la espera y llega el tiempo de formar o hacer crecer la familia. Muchos rememoran cada año esta ocasión con una celebración, como un segundo cumpleaños para el niño, festejando “el día que llegó a la familia”.
Los padres reciben la llamada de la asistente social y se reúnen con ella para conocer los antecedentes del niño, y luego les presentan a su hijo. Por lo general, lo visitan a diario durante un periodo variable, pero breve, tiempo que les permite conocerse mutuamente y preparar la casa para la llegada de un nuevo miembro, hasta que reciben el “cuidado personal” del niño y entonces se va a vivir con ellos a su hogar.
La llegada del hijo a casa supone un importante cambio para la familia y para el niño. Los padres deben modificar su rutina incorporando nuevas responsabilidades, lo que les exige reducir sus tiempos personales y de pareja para dedicarlo a su hijo, quien requiere de mucha atención y cuidados; una renuncia que puede asumirse con gran ilusión, pero no exenta de esfuerzos y sacrificios: se duerme menos, se va al parque en vez de al estadio o de compras, se pasa más tiempo en casa y se comparten espacios antes exclusivos, desde una habitación hasta el refrigerador.
Ello requiere de un periodo de adaptación, no sólo para los padres (y el resto de la familia), sino también para el niño. Para él todo resulta nuevo y desconocido, sin duda muy atractivo al comienzo, pero no está acostumbrado a esto y es posible que desconfíe que tanta atención, cuidado y cariño realmente dure.
Es común que en un comienzo todo marche perfectamente y el niño se muestre muy dócil y afectuoso, pero después de un tiempo puede volverse más demandante y rebelde. Esto sucede debido a que comienza a disfrutar de su nueva condición, empieza a acostumbrarse y encariñarse, entonces surge en él el temor de volver a sufrir otra pérdida, y lo que hace es poner a prueba este amor que recibe, para saber si realmente es incondicional y si pese a sus rabietas lo seguirán queriendo y aceptando.
Resulta un periodo duro de enfrentar para los padres, pero deben tener claro que es una señal positiva. Indica que el niño comienza a desarrollar una identificación con la familia y un lazo afectivo con sus padres, siente que es un espacio donde puede expresarse libremente y comienza a probar que ello es así y que recibe contención y acogida a sus expresiones emocionales y alivio a sus temores. Es así como, gradualmente, este comportamiento irá desapareciendo en la confirmación que su familia es para siempre, pase lo que pase.
FORMAR UNA FAMILIA
Llevar a un niño en el vientre no convierte en madre ni asegura un vínculo afectivo. El amor surge del contacto, la convivencia, el compartir; el amor aparece y va creciendo, se va construyendo en la relación con el ser amado.
Así como este amor puede iniciarse antes del nacimiento del hijo biológico, también comienza antes de recibir al hijo adoptivo, porque en ambos casos se desarrolla un vínculo afectivo durante la espera. Cuando se desea formar una familia, los futuros padres sueñan sobre cómo será su hijo, poniendo en ello anhelos y expectativas. Este proceso constituye una importante etapa de preparación para la constitución de la familia y ayuda a asumir los roles parentales ante la llegada del hijo, momento en el que se hace necesario desprenderse de la fantasía para asumir al hijo real. Es decir, todo niño merece contar con una familia que lo acepte por lo que es y no por lo que se espera de él y que no debe satisfacer las expectativas de sus padres para ser amado. No es el niño quien debe adaptarse a la nueva familia, sino que se realiza una adaptación mutua, donde padres e hijos se conocen y se adecuan entre sí, en donde todos aportan a la formación del sistema familiar, los padres con sus proyectos y su personalidad, el niño con sus características y su temperamento. Así, a medida que se conozcan e interactúen se irá desarrollando el vínculo, el amor irá creciendo y fortaleciéndose en la vida en común.
La verdad es que todos deben aprender a ser padres, nadie nace sabiéndolo; las habilidades y destrezas requeridas para cumplir la función parental se desarrollan en la interacción con el hijo y no existe una única forma correcta para ello, porque todos los niños son diferentes. Sólo en el contacto y el vínculo se van desplegando las potencialidades personales para interactuar con un hijo, donde resulta esencial reconocer su individualidad y descubrir sus características y necesidades particulares.
HERENCIA GENÉTICA DEL NIÑO
La información genética en todo ser humano es un potencial de ser que se despliega en el entorno. No existe una herencia genética totalmente determinante del desarrollo de la personalidad, son más bien las experiencias vividas en el ambiente las que darán dirección a este potencial genético. La personalidad se va formando a lo largo de la infancia hasta la adolescencia y se ve influida principalmente por el entorno familiar en que vive el niño y joven durante su período de formación, de modo que lo primordialmente determinante será la personalidad de sus padres y las características del vínculo afectivo que establezca con ellos.
La herencia genética es como una mochila de explorador llena de utensilios y herramientas que nos servirán en una expedición, en cuanto vayamos avanzando en nuestro camino iremos desplegando estos recursos para salvar obstáculos. Depende de diversos factores el cómo utilicemos las herramientas con que contamos: de las dificultades que se nos presenten, del apoyo del entorno con que contamos, de la habilidad para el uso creativo de las herramientas. El niño no está sólo en este camino hacia la madurez, cuenta con una familia que lo apoya, lo quiere y lo guía.
FAMILIA DE ORIGEN
El tercer actor de la adopción es la familia de origen, en ocasiones sólo la progenitora, mujer que engendra un niño del que no es o no se siente capaz de hacerse cargo, es posible que lo ame y desee ofrecerle una oportunidad que ella no está en condiciones de brindarle, razón por lo que lo habría cuidado durante el embarazo y, una vez que nace, no abandona sino que entrega en adopción con la esperanza cierta que será acogido por una familia capaz de quererlo y cuidarlo. Aquella mujer que decide ceder a su hijo en adopción está realizando un acto de desprendimiento y entrega doloroso, marcado por el amor hacia ese niño y con el deseo que él reciba lo mejor, aquello que ella no puede ofrecerle. Para ella es una decisión cargada de dudas y temores, por lo que las instituciones mediadoras le brindan el apoyo para que la decisión que tome sea consciente y responsable.
Otra posibilidad es que no manifieste la intención de cederlo en adopción, sino que un tribunal decida que así sea, dado que los padres o familiares a cargo del niño no han mostrado la capacidad de hacerse responsables de su cuidado y manutención, ni evidencian el potencial de desarrollar esta capacidad, sin necesariamente existir un rechazo de parte de ellos hacia el niño, sino por el contrario, manifestar su desacuerdo con la medida tomada por el tribunal.
También puede ocurrir que el comienzo de la vida del niño esté marcado por el abandono, es posible que su progenitora lo dejara en el hospital luego del alta por el parto o en otro lugar. Comúnmente esta conducta obedece al temor de asumir la responsabilidad sobre la vida del niño y enfrentar a su medio social, que se muestra hostil y amenazante ante la posibilidad de un embarazo y maternidad de su parte, de modo de ocultarlo y evitar las consecuencias de ello. Por lo general, el abandono en este contexto se produce en lugares y circunstancias que aseguren que alguien encontrará y se hará cargo de su hijo.
Es así como el niño llega a la familia adoptiva una vez que existe la seguridad de la decisión tomada por la progenitora o por el tribunal, ya que se desea ofrecer al niño estabilidad en su vida y, particularmente, en los vínculos afectivos que desarrollará. Una de las funciones primordiales de la familia es la estabilidad del vínculo afectivo y lo que se busca ofrecerle con la adopción es la seguridad de una familia incondicional, para siempre, una que sea su familia.
Esto constituye el carácter irrevocable de la adopción, una vez que se ha dictado sentencia queda constituida la familia, con los deberes de los padres respecto de los hijos, sin distinción de parentalidad biológica o adoptiva. La familia de origen pierde toda vinculación con el niño y los antecedentes de dicha tramitación legal quedan archivados en una carpeta judicial al que la progenitora o su familia no tienen acceso. Ella sólo sabe que ya tiene una nueva familia y se le da a conocer las características generales de ésta, pero carece de mayor información, de modo de velar por la reserva de la adopción, resguardando así la intimidad del niño y de la nueva familia.
REVELACIÓN DE SU ORIGEN AL HIJO ADOPTIVO
Para formar una relación, cualquiera sea la naturaleza de ésta, lo esencial es la confianza entre quienes la componen; esperamos sinceridad y transparencia por parte del otro si hemos de confiar en él, y si descubrimos que nos miente o nos oculta algo importante, la confianza se rompe y la relación no vuelve a ser como antes. El vínculo entre padres e hijos se solventa en los mismos principios.
Un vínculo verdadero y sólido no puede partir de una mentira, particularmente en una relación tan íntima como es la de un padre con su hijo y con un hecho tan esencial de la persona como es su origen. El niño tiene derecho a conocerlo, porque es su historia y forma parte de su identidad, y el no negársela es la mejor forma de respetarlo y quererlo. Las mentiras hacen mucho daño en las relaciones y exponer los vínculos familiares a ello es de un alto riesgo, particularmente en lo referente a la adopción, porque es una verdad tan grande que demanda de mucha energía para formar una trama de ilusiones que cubran el hecho, y entre más se mienta, mayor sensación de traición se produce en el otro.
QUÉ, CÓMO, QUIÉN Y CUÁNDO REVELAR
No existe una edad ideal para revelar la condición de adoptado, como no la existe para revelar la condición de hijo biológico. En este último caso, los padres cuentan al niño desde siempre que estuvo en el vientre materno y no se cuestionan cómo podrá entenderlo o interpretarlo el niño, esto es porque ésta la consideramos la condición natural, la que resulta ser más común.
El niño no está capacitado para entender la procreación, o sea, que se necesita que un papá y una mamá se unan para que nazca un bebé, hasta los cinco o seis años. Lo deseable es que a esta edad ya conozca su historia, de modo que cuando logre comprenderla ya la habrá escuchado tantas veces que le será natural y le parecerá lo más común.
Con ello, además, se evita que el niño se entere por otra fuente y que ésta no le entregue la información con el cariño, naturalidad y contención con que sí lo harán sus padres, que lo aman y en quienes confía.
Debe recibir su historia en forma completa, no existen elementos en ella que causen sufrimiento al niño, somos los adultos con nuestros prejuicios a quienes asusta la verdad. Resulta importante que los padres tengan claridad de lo que sienten respecto a la adopción, porque lo que se comunica es mucho más que información, es un sentimiento respecto a la adopción; si se le expresa con cariño, descubrirá lo hermosa que es su historia.
Además, no debe convertirse en un tema tabú, ya que el no poder hablar de ciertas cosas o guardar secretos causa mucho daño a los niños, comienza a aislarlos del mundo por temor a develar el secreto. Por el contrario, debe ser un tema abierto del que se pueda conversar en familia y donde se pueda plantear las preguntas que comienzan a surgir con la edad, un tema del cual se sienta especial y orgulloso; todos los niños necesitan sentirse así por alguna razón, no importa cuál. Existen varios libros de cuentos destinados a facilitar la comunicación familiar sobre la adopción.
Resumiendo. Qué: todo. Cómo: con naturalidad y amor. Quién: los padres. Cuándo: desde siempre.
CÓMO CRIAR A UN HIJO ADOPTIVO
El ser familia adoptiva es, por sobre todo, ser familia y la adopción es sólo una cualidad de su historia, no es un problema o una limitante, como tampoco es una ventaja en sí misma. Los niños que son adoptados viven las mismas etapas del desarrollo que cualquier otro niño y los padres adoptivos deben prepararse a enfrentar las mismas experiencias que cualquier padre.
Ahora bien, como parte de su historia, el niño deberá integrar la adopción a su vida. En el inicio de la edad escolar descubrirá que lo más común no es ser adoptado, como él posiblemente creía, y debe enfrentarse a la curiosidad de sus amigos; si él siente y transmite la idea de adopción como algo natural y hermoso, no debieran existir elementos que puedan llevar a algún tipo de discriminación por parte de sus compañeros (aún así, resulta esencial que los padres informen a la profesora para que pueda intervenir adecuadamente de ser necesario).
Este descubrimiento también puede llevar al niño a la necesidad de confirmar que sus padres son realmente sus padres, pudiendo surgir frases de rebeldía frente a reprimendas como “tú no eres mi mamá”, que asustan mucho a los padres y que puede derivar en temor a ponerle límites al hijo. Lo que el niño necesita es la confirmación que sí lo son, y por eso, porque lo quieren y se preocupan por él, es que le ponen límites. Esta confirmación serena y segura de los padres tranquilizará al niño y le permitirá seguir desarrollándose y madurando en el seno de su familia.
ADOLESCENCIA Y ADOPCIÓN
Una de las tareas primordiales de la edad de la adolescencia es formar una identidad personal. Para el joven adoptivo ello requiere un doble trabajo, ya que la identidad se construye en base de la propia historia y deberá integrar su origen biológico y su origen vincular, su historia de origen y su historia familiar para descubrir quién es. Es así como sus progenitores formarán parte de su vida actual, dándole sentido a su adopción, y ocupando el lugar que les corresponde como padres biológicos, no desplazando por ello a sus padres, los adoptivos, quienes son el verdadero cimiento de su vida familiar.
En este descubrimiento de sus orígenes, es posible que el joven busque mayor información sobre sus progenitores y de las circunstancias de su adopción, incluso existe la posibilidad que desee contactarse con ellos. Los antecedentes del proceso de adopción se guardan en el Archivo General del Servicio de Registro Civil e Identificación, en una custodia especial, y estarán disponibles a través de una resolución judicial sólo para el adoptado, los adoptantes y los ascendientes y descendientes de éstos. Este posible encuentro, que tanto asusta a los padres, no tiene otro fin que ahondar en su historia para atar cabos, para cerrar definitivamente un capítulo de su vida, no dejando asuntos sin resolver y poder así configurar una identidad acabada y madura. Su identidad se encuentra en su presente que integra su pasado, no lo reemplaza.
Lo que el adolescente necesita de sus padres en esta etapa es apoyo y comprensión, y ello implica un cariñoso respeto por sus progenitores, quienes les han dado la oportunidad de formar una familia, lo que se traduce en respeto hacia su hijo y su origen adoptivo.

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