miércoles, 5 de agosto de 2015

Amamantar y adoptar: es posible?

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La primera semana de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Este año 2015 el motivo es “Amamantar y Trabajar: logremos que sea posible”. Yo quisiera redirigir al tema que nos convoca a todas: Amamantar y adoptar: es posible?
Creo que puedo hablar por todas cuando digo que es un tema difícil de encarar. Los “pechos hinchados de leche” son casi un sinónimo del embarazo que no tuvimos. Amamantar sería una de las (tantas) cosas que hacen diferente a una mamá adoptiva. Algo a lo que debemos resignarnos? Sería “raro” que una hija que no pariste mame de tu pezón? Sería hermoso poder hacerlo? Creo que, como en todo, hay tonos de gris…
Me parece importante recalcar que amamantar tiene muchas más aristas que la nutrición. Es una herramienta de apego inigualable: Tu hija sería capaz de encontrar confort en tu pecho. No necesitaría nada más, no habría duda alguna de cuál es su lugar seguro. Por el solo hecho de fomentar el apego, siento que el tema de la lactancia inducida merece ser revisado, al menos una vez, por cada futura madre adoptiva.
Yo confieso que no amamanté a mi hija. Aun cuando sabía que era posible, que aporta cientos de beneficios, no busqué suficiente información sobre lactancia inducida y adopción. Cuando llegó el minuto, decidí no hacerlo. Miles de biberones después, más vieja y más hippie, con una hija que definitivamente prefiere un vaso a un chupón, puedo ver el tema con más perspectiva. Y la conclusión es que me arrepiento. Hoy en día, me duele y me frustra haber tomado esa decisión. Me duele porque amamantar pudo ser una experiencia de apego inigualable que, por mi ceguera, ella y yo no compartimos. Y me frustra porque soy la única culpable (Lo siento, hija! Es la mamá que te tocó).
En un mal intento por suplir mi falta, quisiera proponer un punto de partida para que otras futuras madres puedan pensar en esta opción. Como no cuento con la experiencia vivida, tal vez no soy la persona más adecuada. Si alguna que lea esto sí tomó la opción de la lactancia adoptiva, le ruego que comparta sus vivencias con nosotras!
La primera persona de quien escuché el término “lactancia inducida” fue mi propio ginecólogo, durante la conversación que cerraba para siempre los tratamientos de fertilidad. La forma sería tomar hormonas que estimularían la producción de algo parecido a la leche materna. Mis pensamientos se desviaron a la serie de efectos secundarios de revolver mi sistema endócrino, la causa de mi infertilidad, para producir algo que no sería exactamente leche y que igual tendría que suplementar con fórmula. En ese entonces, no pude verle beneficio alguno. Le agradezco haber despertado mi curiosidad sobre el tema aún cuando me hubiera gustado que fuese más motivador. Ahora sé que a mi médico se le olvidó mencionar que el método más efectivo y más recomendado para producir leche, verdadera leche materna, es la propia succión de la bebé. Que con mucha paciencia y constancia, una madre adoptiva podría llegar a producir suficiente leche, en cantidad y calidad, para suplir exclusivamente con ella las necesidades alimentarias de su bebé. Y que por último, el pezón no es sólo para alimentar sino que también es fuente de consuelo.
El tema me quedó rondando por la cabeza y busqué un poco de información en Internet. Por supuesto me encontré con La Liga de la Leche. Su página en español es casi tan motivadora como el discurso de mi ginecólogo. Convivan conmigo para siempre la culpa y la frustración, porque ahora siento que no fue un esfuerzo suficiente. Debí contactarme con la Agencia Local de la Liga de la Leche, casi todos los países tienen una. O algo tan simple como cambiar de idioma, porque los recursos en inglés son mejores (para comenzar, recomendaría Adopting.org o Recursos para la Lactancia Adoptiva). Incluso existe un Documento de la OMS al respecto! Pero ahora no gano nada llorando sobre la leche no derramada… en todo caso, espero que esta información sea de utilidad para alguna futura madre que esté pensando en el tema.
La segunda vez que la lactancia adoptiva me tocó seriamente fue durante una sesión con la psicóloga que evaluaba mi perfil como futura madre adoptiva. Me preguntó si había considerado la posibilidad de amamantar a mi hija. Le respondí que había analizado la opción y la había descartado. Debí sonar muy convincente porque no insistió en el tema. Me habría gustado que lo haga, tal vez habría descubierto alguno de los recursos mencionados arriba y repensado mi decisión. En todo caso, le agradezco profundamente sus palabras: “Como muchas cosas en la maternidad, no importa el qué hagas, sino cómo lo hagas”. Hay muchas formas de lograr apego con tu hija. Yo di biberones siempre en brazos, con blusas escotadas que permitían el contacto piel con piel. Mirándole a los ojos y susurrando canciones de cuna. Traté de alimentarla a demanda, con horarios y porciones menos rígidas que lo que sugería mi pediatra. Busqué la mejor fórmula y los mejores biberones para evitarle cólicos. Me preocupé de cada detalle de higiene para evitar infecciones. Fui la mejor madre que entonces podía ser. Y eso me hace tener la certeza de que, sea cual sea tu decisión sobre la lactancia inducida, también tú serás la mejor madre que puedas ser.
Para la tercera vez, mi hija acababa de llegar a mis brazos. Ya había sentido su calor y también escuchado su llanto de hambre. Una amiga, madre gracias a la adopción, me comentó de los Sistemas de Lactancia Suplementaria. Con ayuda de estos aparatos, mi hija tomaría fórmula, que le aseguraría la nutrición y cantidad necesaria, pero lo haría casi desde mi propio pezón, lo que fomentaría el apego. Ganar-ganar. No había donde perderse! Con el profundo deseo de formar ese lazo tan importante entre nosotras, decidí que lo intentaría. Durante la siguiente semana, cuando lloraba, traté de cambiar su chupón por uno de mis pezones. Pero mi hija no conocía de pechos y yo me sentía rara e incómoda. La experiencia fue descorazonadora.
Conozco a varias madres biológicas a quienes les costó acostumbrar a sus hijos al pezón. No sé cómo se me ocurrió que, con cero preparación, mi hija iba a aceptar el seno de una mujer que acababa de conocer. Ahí no había leche que le calmara el hambre, no me había preparado físicamente (con hormonas o estimulación por bombeo); ni tampoco encontraba consuelo, porque quien se convertiría en su mamá estaba en un estado mental más parecido al agobio que otra cosa.
Para escribir esta entrada leí algunos diarios de mujeres que sí lo lograron (convivan conmigo la culpa y la frustración de no haberlo hecho antes). Ellas cuentan que lograr ese tipo de contacto, tan íntimo, con sus hijas les tomó varios meses. “Ese tipo de íntimo contacto”, ahí es donde convive conmigo, para siempre, la pena. Ahora que mi hija y yo somos verdaderamente madre e hija, lamento profundamente no haber propiciado ese tipo de intimidad entre nosotras.
Quiero aclarar que no me siento una mala madre o menos madre de mi pequeña por no haber amamantado. Como dije antes, fui la mejor madre que en ese entonces podía ser. Estas son reflexiones del tipo “si pudiera volver en el tiempo, sabiendo lo que ahora sé…”. Estoy (casi) segura que mi hija y yo compartimos un lazo de apego seguro aún sin lactancia materna. También creo que amamantar habría ayudado a la formación de ese lazo.
Para terminar, la respuesta a la pregunta planteada en un inicio: Amamantar y adoptar: es posible? Mi respuesta es: Sí se puede pero que requiere de mucha información y apoyo, de preparación física, y sobretodo mental, con las que yo no contaba ese momento. Cuál sería tu respuesta?

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