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La primera
semana de agosto se celebra la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Este año
2015 el motivo es “Amamantar y Trabajar: logremos que sea posible”. Yo quisiera
redirigir al tema que nos convoca a todas: Amamantar y adoptar: es posible?
Creo que
puedo hablar por todas cuando digo que es un tema difícil de encarar. Los
“pechos hinchados de leche” son casi un sinónimo del embarazo que no tuvimos. Amamantar
sería una de las (tantas) cosas que hacen diferente a una mamá adoptiva. Algo a
lo que debemos resignarnos? Sería “raro” que una hija que no pariste mame de tu
pezón? Sería hermoso poder hacerlo? Creo que, como en todo, hay tonos de gris…
Me parece
importante recalcar que amamantar tiene muchas más aristas que la nutrición. Es
una herramienta de apego inigualable: Tu hija sería capaz de encontrar confort
en tu pecho. No necesitaría nada más, no habría duda alguna de cuál es su lugar
seguro. Por el solo hecho de fomentar el apego, siento que el tema de la
lactancia inducida merece ser revisado, al menos una vez, por cada futura madre
adoptiva.
Yo confieso
que no amamanté a mi hija. Aun cuando sabía que era posible, que aporta cientos
de beneficios, no busqué suficiente información sobre lactancia inducida y
adopción. Cuando llegó el minuto, decidí no hacerlo. Miles de biberones después,
más vieja y más hippie, con una hija que definitivamente prefiere un vaso a un
chupón, puedo ver el tema con más perspectiva. Y la conclusión es que me
arrepiento. Hoy en día, me duele y me frustra haber tomado esa decisión. Me
duele porque amamantar pudo ser una experiencia de apego inigualable que, por
mi ceguera, ella y yo no compartimos. Y me frustra porque soy la única culpable
(Lo siento, hija! Es la mamá que te tocó).
En un mal
intento por suplir mi falta, quisiera proponer un punto de partida para que
otras futuras madres puedan pensar en esta opción. Como no cuento con la
experiencia vivida, tal vez no soy la persona más adecuada. Si alguna que lea
esto sí tomó la opción de la lactancia adoptiva, le ruego que comparta sus vivencias
con nosotras!
La primera
persona de quien escuché el término “lactancia inducida” fue mi propio
ginecólogo, durante la conversación que cerraba para siempre los tratamientos
de fertilidad. La forma sería tomar hormonas que estimularían la producción de
algo parecido a la leche materna. Mis pensamientos se desviaron a la serie de
efectos secundarios de revolver mi sistema endócrino, la causa de mi
infertilidad, para producir algo que no sería exactamente leche y que igual
tendría que suplementar con fórmula. En ese entonces, no pude verle beneficio
alguno. Le agradezco haber despertado mi curiosidad sobre el tema aún cuando me
hubiera gustado que fuese más motivador. Ahora sé que a mi médico se le olvidó
mencionar que el método más efectivo y más recomendado para producir leche,
verdadera leche materna, es la propia succión de la bebé. Que con mucha
paciencia y constancia, una madre adoptiva podría llegar a producir suficiente
leche, en cantidad y calidad, para suplir exclusivamente con ella las
necesidades alimentarias de su bebé. Y que por último, el pezón no es sólo para
alimentar sino que también es fuente de consuelo.
El tema me
quedó rondando por la cabeza y busqué un poco de información en Internet. Por
supuesto me encontré con La Liga de la Leche. Su página en español es casi tan
motivadora como el discurso de mi ginecólogo. Convivan conmigo para siempre la
culpa y la frustración, porque ahora siento que no fue un esfuerzo suficiente. Debí
contactarme con la Agencia Local de la Liga de la Leche, casi todos los países
tienen una. O algo tan simple como cambiar de idioma, porque los recursos en
inglés son mejores (para comenzar, recomendaría Adopting.org o Recursos para la Lactancia Adoptiva). Incluso existe un Documento de la OMS al respecto! Pero
ahora no gano nada llorando sobre la leche no derramada… en todo caso, espero
que esta información sea de utilidad para alguna futura madre que esté pensando
en el tema.
La segunda
vez que la lactancia adoptiva me tocó seriamente fue durante una sesión con la
psicóloga que evaluaba mi perfil como futura madre adoptiva. Me preguntó si
había considerado la posibilidad de amamantar a mi hija. Le respondí que había
analizado la opción y la había descartado. Debí sonar muy convincente porque no
insistió en el tema. Me habría gustado que lo haga, tal vez habría descubierto
alguno de los recursos mencionados arriba y repensado mi decisión. En todo
caso, le agradezco profundamente sus palabras: “Como muchas cosas en la
maternidad, no importa el qué hagas, sino cómo lo hagas”. Hay muchas formas de
lograr apego con tu hija. Yo di biberones siempre en brazos, con blusas escotadas
que permitían el contacto piel con piel. Mirándole a los ojos y susurrando
canciones de cuna. Traté de alimentarla a demanda, con horarios y porciones
menos rígidas que lo que sugería mi pediatra. Busqué la mejor fórmula y los
mejores biberones para evitarle cólicos. Me preocupé de cada detalle de higiene
para evitar infecciones. Fui la mejor madre que entonces podía ser. Y eso me
hace tener la certeza de que, sea cual sea tu decisión sobre la lactancia
inducida, también tú serás la mejor madre que puedas ser.
Para la
tercera vez, mi hija acababa de llegar a mis brazos. Ya había sentido su calor
y también escuchado su llanto de hambre. Una amiga, madre gracias a la
adopción, me comentó de los Sistemas de Lactancia Suplementaria. Con ayuda de
estos aparatos, mi hija tomaría fórmula, que le aseguraría la nutrición y
cantidad necesaria, pero lo haría casi desde mi propio pezón, lo que fomentaría
el apego. Ganar-ganar. No había donde perderse! Con el profundo deseo de formar
ese lazo tan importante entre nosotras, decidí que lo intentaría. Durante la
siguiente semana, cuando lloraba, traté de cambiar su chupón por uno de mis
pezones. Pero mi hija no conocía de pechos y yo me sentía rara e incómoda. La
experiencia fue descorazonadora.
Conozco a
varias madres biológicas a quienes les costó acostumbrar a sus hijos al pezón. No
sé cómo se me ocurrió que, con cero preparación, mi hija iba a aceptar el seno
de una mujer que acababa de conocer. Ahí no había leche que le calmara el
hambre, no me había preparado físicamente (con hormonas o estimulación por
bombeo); ni tampoco encontraba consuelo, porque quien se convertiría en su mamá
estaba en un estado mental más parecido al agobio que otra cosa.
Para escribir
esta entrada leí algunos diarios de mujeres que sí lo lograron (convivan
conmigo la culpa y la frustración de no haberlo hecho antes). Ellas cuentan que
lograr ese tipo de contacto, tan íntimo, con sus hijas les tomó varios meses. “Ese
tipo de íntimo contacto”, ahí es donde convive conmigo, para siempre, la pena. Ahora
que mi hija y yo somos verdaderamente madre e hija, lamento profundamente no
haber propiciado ese tipo de intimidad entre nosotras.
Quiero
aclarar que no me siento una mala madre o menos madre de mi pequeña por no
haber amamantado. Como dije antes, fui la mejor madre que en ese entonces podía
ser. Estas son reflexiones del tipo “si pudiera volver en el tiempo, sabiendo
lo que ahora sé…”. Estoy (casi) segura que mi hija y yo compartimos un lazo de
apego seguro aún sin lactancia materna. También creo que amamantar habría
ayudado a la formación de ese lazo.
Para
terminar, la respuesta a la pregunta planteada en un inicio: Amamantar y
adoptar: es posible? Mi respuesta es: Sí se puede pero que requiere de mucha
información y apoyo, de preparación física, y sobretodo mental, con las que yo
no contaba ese momento. Cuál sería tu respuesta?
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