Por Mercedes Moya Herrero*
No es raro -aunque parezca extraño-, que quienes interactúan con niñas y niños que proceden de los centros de protección de menores, -ya sea que se encuentren en acogimiento residencial, ya sean acogidos por familias acogedoras o colaboradoras, ya sean niños adoptados-, empiezan queriendo ayudar a estos niñas y niños que han tenido un inicio de vida duro, que han sufrido y lo han pasado mal y acaban elaborando sentimientos negativos hacia ellos, terminando por etiquetarlos como problemáticos y siendo injustamente punitivos con ellos.