La película de la adopción que
hace llorar a todo el mundo
La directora y guionista Jeanne
Herry combina emoción e intriga en su documentado drama sobre el proceso de
acogimiento de un bebé no deseado por su madre biológica. La cinta aspira a siete
premios César.
Imposible saber a cuántos espectadores se les hará un nudo en la garganta o incluso de les soltará la lágrima cuando vean En buenas manos, de la también guionista y actriz francesa Jeanne Herry. Lo que sí sabemos, porque la propia directora nos lo ha dicho, es que ante la escena cumbre del filme todo el equipo de la producción se echó a llorar. Y no era ése el propósito, como lo indica el rigor del relato y el exhaustivo trabajo de documentación que lleva detrás. Pero es que la película emociona. Y los actores principales, Sandrine Kiberlain, Gilles Lellouche y Élodie Bouchez, están enormes.
Imposible saber a cuántos espectadores se les hará un nudo en la garganta o incluso de les soltará la lágrima cuando vean En buenas manos, de la también guionista y actriz francesa Jeanne Herry. Lo que sí sabemos, porque la propia directora nos lo ha dicho, es que ante la escena cumbre del filme todo el equipo de la producción se echó a llorar. Y no era ése el propósito, como lo indica el rigor del relato y el exhaustivo trabajo de documentación que lleva detrás. Pero es que la película emociona. Y los actores principales, Sandrine Kiberlain, Gilles Lellouche y Élodie Bouchez, están enormes.
La historia arranca triste. Una estudiante veinteañera a punto de
dar a luz, Clara (Leïla Muse) anuncia a los servicios sociales su decisión de
renunciar al bebé. No lo quiere y punto. El niño, provisionalmente llamado Theo,
queda expuesto a la más desoladora intemperie afectiva cuando, tras el parto,
la mamá biológica lo deja en manos del personal hospitalario sin siquiera
dirigirle la mirada, ni mucho menos abrazarlo.
Comienza entonces un delicado proceso a través del limbo terrenal
donde el pequeño se ve sumido mientras el Estado le busca una familia idónea.
Para empezar, un padre de acogida temporal se hace cargo del crío. Es Jean
(Lellouche), quien combina profesionalidad y afecto de manera increíblemente
eficaz. A su lado tiene a la terapeuta Karine (Kiberlaine), igualmente
cualificada y algo menos tierna pero igual de apasionada.
Entre los candidatos a la adopción de Theo enseguida despunta la
dulce Alice, que lleva diez años a la espera del gran momento. Primero en
pareja. Luego sola. Pero las normas acaban de cambiar a su favor, porque cuando
aparece Theo ya es posible la adopción monoparental.
Los profesionales lo tienen claro: hay que actuar con ternura
hacia el crío y firmeza en la selección de la pareja o la persona que habrá de
convertirse en su familia. Es un viaje incierto y complejo para todos que Herry
narra no ya con emoción y rigor sino también con cierta intriga; y no sólo en
lo relativo a la decisión de quién se quedará con el pequeño sino en relación a
las cicatrices que el abandono de la madre biológica parece haber dejado en su
cuerpecillo y su alma.
Dentro del periodo de “enorme fragilidad” que Theo afronta en sus
primeras semanas, hay dos momentos especialmente dramáticos. El primero llega
cuando la joven Clara, animada por la funcionaria que la acompaña en el trance,
se despide de él. Ahora sí lo mira..., pero no le dice una palabra. El
espectador comprende enseguida que tal silencio puede tener consecuencias
funestas. No hay agresión alguna, sólo omisión. Pero el niño lo acusa.
¿Exagera Herry en este punto? En su conversación con La Vanguardia
al presentar la película, ella admite lo extremo de su planteamiento sobre los
efectos de la actitud de la madre en el ánimo y la salud del hijo. “Seguramente
lo que sugiero no es lo que sucede más a menudo”, asume. Pero sí que es
“perfectamente posible” –añade– que un niño desarrolle problemas relacionales
por un incidente aparentemente leve en el momento de la separación de la mamá
natural.
Tampoco son gratuitas, señala, las escenas en las que la terapeuta
encarnada por Kiberlain larga unos rollos considerables al crío, quien
obviamente no entiende una palabra de lo que le dice. “Lo que importa es el
tono”, indica Herry.
El otro momento clave de la cinta es, lógicamente, el del
encuentro entre la madre adoptiva y el bebé. “Escribí el guion e hice el filme
para esa escena”, afirma la directora. “Sabía que, si la secuencia funcionaba y
construía bien el resto de la estructura, la película aguantaría”. Ni que decir
tiene que estamos ante el “clímax emocional” de la historia: aquél donde
actrices, actores, técnicos y la propia realizadora lloraron a lágrima tendida:
unos en pleno set de rodaje y otros mientras veían las imágenes por la pantalla
del combo de monitorización.
Trailer:
fuente: lavanguardia.com
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