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La entrada al colegio es sin duda uno de los momentos más importantes en la vida de un niño. Es el comienzo del proceso de aprendizaje formal y de una variedad de experiencias emocionales y sociales que contribuirán a su formación personal. Sin embargo, para el niño adoptado y su familia, ese momento conlleva también una carga adicional de ansiedad: en esta “salida al mundo” el niño ejerce su autonomía, y al ser una situación desconocida para los padres, es natural que resurjan temores que parecían superados.
- Todos los padres enfrentan temores y aprensiones con respecto a la entrada de sus hijos al colegio. Probablemente es una experiencia que ya han vivido antes, en el ingreso al jardín infantil, pero el comienzo de la edad escolar implica nuevos desafíos y exigencias para los niños: cumplir un horario más estricto y una jornada más extensa, el inicio de la lectura, la escritura, los hábitos de estudio y otros tantos aprendizajes. Se espera de ellos mayor atención, autonomía y responsabilidad en las tareas escolares. Surge la necesidad de relacionarse con el grupo de pares y por descubrir intereses y habilidades personales.
Pero eso no es todo, para los padres adoptivos se suman otras dudas e inquietudes asociadas a la historia familiar, a la adopción ¿Sabrá manejar este tema con sus amigos? ¿Es aconsejable informar al colegio? ¿A quién? ¿Se debe esperar a que lo haga él?
- El primer dilema: la elección del colegio
El proceso de elección y postulación resulta bastante estresante, porque no basta con decidir cuál es el colegio que se quiere para el hijo, lo que en sí mismo ya es complejo, sino que tanto el niño como los padres deben someterse al escrutinio por parte de éste, para ver si son la familia que ellos desean en su comunidad escolar, enfrentándose tempranamente a la posibilidad de ver fracasar los planes que han trazado con tanta ilusión para su hijo.
Además, en esta elección muchas veces prevalecen las expectativas de los padres en desmedro de las cualidades y necesidades del hijo, como por ejemplo en el deseo que siga los pasos de su padre, ingresando al mismo colegio en que él estuvo, sin reparar en si éste responde o no a las características del niño.
La psicóloga Neva Milicic señala que el criterio que debiera primar en la familia adoptiva para la elección de colegio es la diversidad de éste. “Los padres eligen equivocadamente según de dónde vienen, quedándose a veces en un círculo muy reducido. Es más fácil que el niño adoptado sea aceptado donde hay mayor diversidad”. Un colegio al que acuden niños de distinta conformación familiar, raza o condición social facilitará su inserción.
Otro factor relevante a la hora de elegir, tiene relación con la experiencia del colegio con otros alumnos adoptados. Eso no garantiza una mayor comprensión por parte de los profesores, pero aumenta las probabilidades de que exista cierta sensibilidad hacia el tema.
Asimismo, el número de alumnos que tiene el colegio resulta una variable importante: en un curso con pocos niños o en un colegio de uno o dos cursos por nivel es más fácil integrarse, que en cursos numerosos y donde hay varios de éstos por nivel. Los profesores suelen involucrarse en la historia familiar y personal de cada niño, lo que genera un vínculo más cercano, el personal del establecimiento conoce a cada alumno por su nombre y la comunicación familia-colegio resulta ser más fluida.
La proximidad también se considera un factor favorable. Que el colegio se encuentre cerca de la casa no sólo facilita los tiempos de desplazamiento diario, sino también hace más probable que tenga compañeros que vivan cerca, permitiendo a los niños compartir en otras instancias de interacción fuera de clases.
- Contar o no contar
Una gran fuente de inquietud para los padres adoptivos es si es necesario informar al colegio sobre la condición de adoptado de su hijo. La adopción, ¿es un dato relevante para los profesores? ¿Qué decir, a quiénes y cómo?
La principal aprensión de los padres en este sentido consiste en que si el antecedente de la adopción puede llegar a ser un precedente de discriminación, si será un factor de estigmatización o generará un trato especial y distintivo, que ellos no quieren ni buscan. También aparece el temor en relación con las respuestas del medio, de los otros niños y de los apoderados: si serán empáticos, comprensivos o suficientemente respetuosos con sus hijos.
Para dar respuesta a estas interrogantes es importante partir por distinguir entre el secreto y el cuidado de la intimidad. El primero implica el ocultamiento de información sin distinción, incluyendo a quienes sea relevante que la manejen, siendo de importancia para el niño poder contar con que esa persona la conozca. El segundo, en cambio, se refiere a cuidar la intimidad y la historia del niño adoptado, con el afán de protegerlo de la sobre exposición, pero permite que el tema pueda abrirse a algunas personas significativas, que representen un apoyo para él.
Milicic considera que la adopción es un dato que pertenece al niño y no a los padres. “No se trata de ocultar información, sino saber a quién entregarla, porque el problema está en quién la recibe”. Bajo esta lógica, resulta importante y beneficioso para el niño que los profesores manejen información con el objeto de que, cuando sea necesario, puedan apoyarlo y acompañarlo en su proceso.
Lo recomendable sería pedir una reunión inicial para sentar las bases para una buena relación con el profesor jefe. En ella no es necesario apabullarlo con información del niño, sino anticiparle algunas reacciones en otros que puedan desconcertar a su hijo. Informar sólo de lo que pueda ser relevante para el proceso educativo y social del niño. Por ejemplo, cuánto tiempo permaneció institucionalizado puede ayudar a interpretar su comportamiento, pero cómo llegó a ese centro o antecedentes de los progenitores, no. Ese dato y todos los previos a la adopción forman parte de su vida privada y se debe resguardar como su intimidad. Sólo a él le corresponderá la decisión a lo largo de su vida de con quién y cuánto compartirla.
Es por ello que los padres también debieran orientar al niño para que la entregue a personas significativas para él. “A los 7 u 8 años comienzan a elaborar el haber sido abandonados”, señala Milicic. “La adopción pasa a ser un dato doloroso y muchas veces se arrepienten de haberlo contado a sus compañeros”. El proceso que viven muchas veces incluye reflexiones como: ‘no fui lo suficientemente bueno como para que me quisieran’ y les parece que sus compañeros podrían llegar a la misma conclusión al saber su historia.
- La preocupación por el rendimiento escolar
“En orden de importancia, el primer gran temor es que el hijo adoptivo posea adecuados recursos intelectuales para responder a las exigencias académicas”, dice la neuropsiquiatra Amanda Céspedes. Es una preocupación lógica, pero no hay que olvidar que los niños no aprenderán hasta que no se sientan seguros en su nuevo entorno. De ahí que, en el caso de los niños que han sido adoptados siendo mayores, resulta fundamental que, previo a la escolarización, logren una adaptación plena a su nueva familia. Para ello deben permanecer el máximo tiempo posible con ella y así favorecer el proceso de vinculación.
Con respecto al rendimiento y al comportamiento escolar de los niños adoptados, algunos investigadores postulan que en ellos existe una mayor incidencia de déficit de atención con hiperactividad. El motivo está poco claro, en parte porque las causas de éste tampoco lo están. Sin embargo, según plantea Lois Ruskai Melina en su libro “Cómo educar al niño adoptado”, se cree que este trastorno está producido por una disfunción en ciertas áreas cerebrales debida a la herencia, factores prenatales y perinatales o lesiones cerebrales causadas por enfermedades, traumas o exposición a toxinas. Por lo tanto, no sería la adopción la que aumente, por sí misma, la incidencia del déficit. Las causas más probables estarían asociadas a la salud de la madre durante el embarazo, que haya consumido alcohol o fumado durante el mismo o factores genéticos.
Otra línea de pensamiento plantea que las deficiencias en la capacidad de prestar atención del adoptado, tienen relación con la inversión de energía del niño, que la vuelca a resolver conflictos psicológicos propios de su condición e historia, consumiendo de esta forma la energía que podría estar volcada al contacto con el mundo y el aprendizaje, produciendo que en períodos tenga dificultades atencionales.
Del mismo modo pueden explicarse problemas de aprendizaje que pudiera presentar el niño adoptado. Pero, ante todo, tener claro que la gran mayoría de ellos no tiene problemas graves: su comportamiento no rebasa los límites de la normalidad y el entorno adoptivo tiene un impacto positivo en ellos.
- La aceptación y la integración
Un segundo factor de temor en los padres se refiere a su adaptación social. “Todos anhelan que el niño se inserte plenamente en lo social, que sea aceptado, valorado, admirado. Tienen terror a que sean estigmatizados por no ser biológicos, y por esa razón suelen entregar este dato de modo confidencial, solicitando que no sea vox populi en la comunidad escolar”, agrega Amanda Céspedes. “Todos los padres adoptivos temen el rechazo social”.
Es por eso que Neva Milicic no duda en resaltar la importancia de las llamadas “habilidades sociales”, algo que los niños no siempre despliegan en forma espontánea, pero que los padres pueden ayudar a desarrollar. La especialista destaca en particular algunas de estas habilidades, como la empatía, “esa capacidad de comprender los sentimientos de los demás. Es básico porque le ayudará al niño a hacerse y mantener a sus amigos”. También señala como importante el autoconocimiento, que se refiere al descubrimiento de las propias fortalezas y debilidades. “Implica aceptar algunas cosas de la historia vital que a lo mejor no le gustan –como el hecho de haber sido abandonados-, pero que no lo hacen menos valioso como persona”. Eso les da seguridad como para quererse tal cual son y generar vínculos más sanos con sus pares.
Pero la preocupación de los padres va más allá de si sus hijos se desenvolverán bien con sus compañeros. La pregunta acerca de si los niños adoptados son más proclives a tener problemas psicológicos es muy común. Una de las cuestiones más controvertidas es si la adopción en sí misma es tan traumática como para causar dificultades psicológicas permanentes, incluso en aquellos niños que han sido adoptados de recién nacidos. La respuesta es clara, la adopción no es un generador de problemas psicológicos, académicos o sociales, son las experiencias previas a ésta las que pueden constituirse en eventos difíciles de elaborar para los adoptados. “Pasar períodos sin una madre, no asimilar la pérdida de los padres biológicos, no apegarse a los padres adoptivos, no saber a ciencia cierta qué significa la adopción y sentirse rechazado y abandonado, son factores que hacen a los niños adoptados vulnerables a los problemas emocionales”, dice Louis Ruskai Melina en su libro. De ahí que resulte fácil atribuir a la adopción cualquier problema emocional o de conducta del niño, pero no todos los adoptados los presentan.
De cualquier manera, los estudios han evidenciado que estos problemas coinciden con períodos clave de la vida, como son el inicio de la edad escolar y la adolescencia. Un extenso estudio en Gran Bretaña reveló que los problemas de conducta de los adoptados aumentaban entre los 7 y 11 años, justo el período en que empiezan a tomar conciencia de lo que significa que sus padres biológicos los cedieron en adopción. Por otra parte, el comienzo de la edad juvenil se caracteriza por constituir un período de crisis de identidad, durante el cual deben asimilar el hecho de ser adoptados, además de lidiar con los cambios propios de la edad, como cualquier adolescente, con el fin de descubrirse a sí mismos, dificultando concentrarse en sus deberes, retraerse para reflexionar y estar intranquilos.
Lo que deben saber los padres es que el ser humano tiene una capacidad asombrosa de plasticidad y de recuperación y la adopción implica un contexto emocional reparador para los niños. La familia y el colegio son espacios afectivos privilegiados para potenciar el desarrollo y, en muchas ocasiones, para cambiar la trayectoria que resultara tan adversa en un inicio.
- Bases de la colaboración familia – colegioLa colaboración entre la familia y el colegio es importante, particularmente para los niños adoptados, por varias razones:
1. Dado que sus primeras vivencias fueron diferentes a las de los demás niños, es lógico que algunas de sus reacciones también lo sean. Sin las claves correctas para interpretarlas, el profesor puede caer en errores tan básicos como confundir un problema de ansiedad con uno de disciplina.
2. No es inusual que los niños que han vivido en instituciones por largo tiempo o en ambientes poco propicios para su desarrollo, presenten retrasos o avancen de forma irregular en sus estudios. Cuando padres y profesores lo saben, están más preparados para detectar las necesidades del niño, entender las posibles dificultades y ayudarle a superarlas.
3. La relación entre padres y profesores debería estar siempre marcada por el respeto mutuo y el trabajo en equipo. Una buena comunicación entre ambos ayudará a modelar expectativas realistas y fijar objetivos comunes.
fuente: familiaadoptiva.blogspot.cl
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