Una etapa de
tránsito, tan crucial como complicada, que ya de por sí no necesita aderezo. En
el caso de un niño adoptado la adolescencia puede hacer brotar análisis,
preguntas, pensamientos y frustraciones que requieren, entre muchas otras
respuestas, una gran dosis de comunicación
Es el más importante
cambio que hacemos en la vida: pasar de ser niños con dependencias de adultos
-con una visión, un pensamiento y el modo de percibir la realidad de un
pequeño- a un camino progresivo que nos convierte en personas más mayores. El
niño adoptado tiene añadida, en la mayoría de las ocasiones, la falta de piezas
del puzzle, de respuestas a preguntas sobre quién es y cómo es, o de dónde
viene.
“La adolescencia es
el inicio de nuestra identidad que va desde nuestro aspecto físico hasta las
características de nuestra personalidad, aspectos emocionales, criterios,
valores, maneras de entender la vida, lo que no quiere decir que no vayamos
modulando esta identidad a lo largo de la vida como adultos (no somos los
mismos a los 50 que a los 25)”, asegura Vinyet Mirabent, directora asistencial
y coordinadora del equipo de adopciones del Centro Médico Psicológico de la
Fundación Vidal i Barraquer, con quien analizamos cómo vive la adolescencia el
niño adoptado.
¿Cuáles
son los cambios más significativos que afronta un adolescente durante esta
etapa?
En la adolescencia el
cuerpo se transforma en un cuerpo de adulto donde va a tener a su disposición
todas las capacidades y funciones propias de un adulto, básicamente
relacionadas con la sexualidad.
Esto marca
profundamente el cambio, y es uno de los más importantes; desde la aparición de
los caracteres sexuales hasta el aspecto hormonal; todo ello va en paralelo y
estimula un cambio en la forma del pensamiento. La capacidad intelectual
también crece y se desarrolla en esta etapa. La maduración física, va
acompañada por una intelectual y conlleva un proceso hacia la maduración
emocional.
El adolescente accede
al pensamiento abstracto y eso lleva a dos direcciones, hacia dentro y hacia
fuera; dentro planteándose aspectos de él mismo, las personas y el mundo con
mayor profundidad, cuestionándose aspectos éticos, valores, formas de vivir; y
hacia fuera porque ese cuestionamiento lo trasmite alrededor.
¿Lo
plantea en su entorno privado y público?
Sí, no solo a la
familia, también al entorno escolar y social. Aparece en forma de cuestión, de
poner en duda. Es muy importante rescatar el aspecto vivo que hay detrás del
adolescente, porque se habla mucho de la crisis de la adolescencia, pero
también la crisis implica renovación. La sociedad sin ellos se anquilosaría. El
adolescente cuestiona valores de los adultos, formas de vivir y eso nos
incomoda. La capacidad de los padres para encajar esa crítica puede ayudar
mucho a un adolescente en su proceso de maduración.
Todo adolescente
tiene que asumir un duelo, percibe que pierde cosas que le daban estabilidad.
Al adolescente adoptado se le ponen en marcha duelos que tiene que ir
elaborando. Su cuerpo empieza a cambiar, pero cambia según su genética; en el
no adoptado empieza a desarrollarse y se enfada con su nariz, pero de repente
ve que es la nariz del abuelo. Tiene el modelo familiar que le hace tener un
sentido de pertenencia, algo que no tiene el adoptado.
El físico no le
devuelve un sentido de pertenencia a la familia, le abre más interrogantes ¿a
quién me parezco? Y ahí empiezan las fantasías con los padres biológicos,
porque su cuerpo se transforma según su genética.
Eso abre la puerta a
todos los interrogantes de los orígenes. A veces viene de otras razas, digo
razas porque la etnia tiene que ver con los valores culturales, formas de vida,
costumbres y ellos no las tienen. Pero su aspecto físico es de allí. Se
encuentran con un problema interno y externo; no se parecen a sus padres ni a
sus amigos; empieza a tomar mayor peso el soy oscuro, soy diferente, y desde
fuera la sociedad que los identifica como inmigrantes.
¿Esta
cuestión es un problema añadido?
Se suma mayor
complejidad, porque a veces hay rechazo y mayor dolor; lo dejan dentro, se
sienten lejos de los padres que les han adoptado, consideran que los padres no
participan de ese problema que tienen, son de aquí y no van a poder entenderles
porque no lo viven; se pueden llegar a encerrar y todo ese dolor acumulado a
veces sale en forma de explosiones de agresividad mal contenidas y se convierte
en situaciones conflictivas familiares.
Hay que ayudar mucho
a los padres a entender, a sostener, a poner límites adecuados, pero siempre
dentro de un ambiente de comprensión. Si no es así, el hijo adoptado se puede
llegar a alejar mucho más.
¿Qué
barreras se pueden encontrar los padres adoptivos?
La primera barrera la
pueden tener ellos mismos, si no han llevado bien el motivo por el cual han
adoptado, una infertilidad… El adolescente lo pone en juego, por qué me
tuvisteis, por qué me vinisteis a buscar. Los no adoptados les dicen: yo no te
pedí nacer, tuviste un hijo porque querías. Los adoptados pueden decir, por qué
me viniste a buscar. Qué querías, ¿el biológico que no tuviste?
Luego, además de este
límite interno van a necesitar dosis de flexibilidad añadida y van a necesitar
haber hecho un proceso en la infancia. La adolescencia no sale de golpe; cuanta
más comunicación y capacidad de comprensión y cuanta más capacidad de ponerse
en el lugar del hijo hayan tenido los padres, más base tendrá la adolescencia.
Ponerse en el lugar del hijo quiere decir, que yo pongo límites, pero los pongo
a partir de comprender bien qué necesita, qué le ayuda y donde le tengo que
parar.
¿Qué
le dicen los padres en la consulta? ¿Cuáles son sus planteamientos?
Llegan con
sufrimiento, interrogantes, confusión. Se sienten muchas veces un poco
impotentes. Necesitan del profesional, dar sentido a lo que está ocurriendo
porque si no damos sentido a lo que ocurre no podemos resolver el problema,
entenderlo. Y desde ahí intentamos detectar herramientas y recursos en los
padres y también en el hijo. Y ponerlos de relieve. Muchas veces cuando vienen,
dentro del enfrentamiento se ha puesto muy de relieve aquello en lo que chocan,
pero quedan ocultas las herramientas, las capacidades. Nunca se pude arreglar
una situación emocional, psicológica sin tener en cuenta las capacidades.
¿Cuál
es el papel del profesional en esta situación?
Muchas veces nos toca
mediar, antes de poner al chico en tratamiento para que él entienda dónde están
sus conflictos. Mostrarle que detrás de la transgresión hay confusión y
sufrimiento, y mostrar a los padres que detrás de esa situación hay confusión y
sufrimiento del hijo, por eso hay que poner límites y el hijo respetarlos. Es
una medida de protección hacia su propia confusión. Hay que llegar a ciertos
acuerdos; los profesionales sabemos que esos funcionarán a veces y otras no. En
ocasiones realizamos un seguimiento por una parte con los padres y por otro
lado poniendo al chico en ayuda psicológica para que resuelva las inquietudes
internas que le llevan al conflicto y a funcionar de forma inadecuada.
¿Cómo
deben reaccionar los padres ante estos conflictos?
A veces ese conflicto
estalla con agresividad y los padres deben intentar no asustarse, lo que no
significa que no establezcan límites. El abandono les hace mucho daño en la
adolescencia, el porqué me dejaron está ahí y juega conflictivizando muchísimo
la etapa; en esta edad, es el añadido de muchos adolescentes adoptados. Cuanto
más se trabaje en la infancia ese sentimiento de abandono más herramientas
tienen en la adolescencia, más resiliencia han podido desarrollar.
fuente: www.efesalud.com
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