El
acogimiento familiar de niños
Un
informe oficial en Holanda, que aconseja suprimirlas, abre un debate ético
sobre estos procesos
por
Elianne Ros
La percepción de las adopciones internacionales está empezando a cambiar en
algunos países europeos. Estos procesos han disminuido sensiblemente en los
últimos años debido a la crisis, pero también por una mayor concienciación de
lo que implica convertirse en padres de un niño que viene de una realidad y una
cultura muy diferentes. En Holanda, incluso, se plantea su prohibición.
El Consejo para la Protección de la Juventud, órgano asesor del Gobierno neerlandés, ha emitido un informe que aboga directamente por la supresión de las adopciones internacionales. Los expertos cuestionan los beneficios que puedan tener para los menores y se interrogan sobre unos mecanismos que a menudo son objeto de abusos por parte de los intermediarios en los países de origen. A su juicio, la demanda de países occidentales también favorece “la proporción de niños declarados en abandono”. Una práctica que se atribuye especialmente a China y su política –recientemente flexibilizada– del hijo único, que ha favorecido el abandono de niñas, puesto que muchas familias prefieren un varón. Por ello, propone limitar el número de adopciones procedentes de este país.
Aunque
el informe reconoce los beneficios de crecer en un país desarrollado y con
comodidades, donde los niños son acogidos por padres que desean serlo,
considera que los inconvenientes son mayores que las ventajas. Según su
análisis, los niños deben crecer en su entorno natal, sin tener que abordar un
cambio radical de cultura y de lengua, por lo que la mejor solución consiste en
ayudar a las familias en los países de origen. “No se verían obligados a
desprenderse de los hijos”, subraya. A principios de año, el Gobierno holandés
tiene previsto abordar el asunto y decidir si asume las tesis del Consejo e
introduce cambios en sus leyes sobre adopción.
En
España, tras el boom de las adopciones internacionales en los años 2004 y 2005,
la tasa ha caído hasta un 85%. Hasta el momento se ha abordado la cuestión
desde la óptica de agilizar los procesos, no de prohibirlos. En Catalunya
tampoco se ha abierto el debate sobre su idoneidad. La Generalitat ha reforzado
la información y los filtros, pero, según la dirección del Institut Català de
l’Acolliment i l’Adopció, la cuestión no se debe plantear como “una dicotomía”.
Se muestra “totalmente de acuerdo en que hay que ayudar a las familias en
origen”, como sostiene que ya establecen los sistemas de protección de muchos
países. “La adopción internacional siempre es, y debe ser, la última opción
para un niño, si no ha podido ser acogido ni ha accedido a la adopción
nacional”, subraya un portavoz del Institut.
Los
expertos corroboran este enfoque al tiempo que destacan los beneficios para
unos niños que proceden de lugares donde carecen de los medios más básicos de
subsistencia. “Adoptar es un gran acto de humanidad y de amor y en la mayoría
de los casos son un éxito”, subraya Daniele Cipriano, psicoterapeuta que ha tratado
a muchos niños y adolescentes adoptados. A su juicio, ayudar a las familias en
origen no es tan sencillo. “Hablamos de padres que no existen, de niños que son
abandonados al nacer y que están abocados a la marginalización. Lo que habría
que cambiar es todo el sistema económico de estos países”, reflexiona.
Cipriano
compara la explosión de adopciones internacionales en la primera mitad de los
2000 con una especie de “burbuja inmobiliaria”. En cambio, cree que la tasa
actual “es asumible” y la defiende siempre que los padres adoptivos tomen la
decisión de forma “muy meditada sobre una base ética”. Explica también que
muchos padres prefieren ir al extranjero porque las adopciones nacionales son
muy lentas –entre 4 y 6 años– y siempre existe la posibilidad de que los padres
biológicos reclamen a la criatura.
Uno
de los aspectos que pone de manifiesto el informe holandés para defender la
suspensión de las adopciones internacionales es que estas alimentan un sistema
más basado en la obtención de réditos económicos –el coste del proceso para los
padres se cifra entre 15.000 y 80.000 euros– que en la protección de los niños.
“Según los estudios efectuados en este terreno, la adopción internacional
dificulta la creación de una buena red de protección del menor en su lugar de
origen”, sostienen los expertos. El documento hace también referencia a
procedimientos opacos, asociados a malas prácticas, para satisfacer la demanda.
En países como China, advierte de que “es imposible” saber si la adopción ha
seguido los cauces adecuados.
“En
algunos países ocurre lo que pasó en España hace 40 años debido a la falta de
ética y de regulación. Hay gobiernos corruptos y mafias que viven de esto”,
analiza Eva Gispert, directora del Instituto Familia y Adopción. Pone como
ejemplo de procedimientos poco claros el caso de Etiopía, donde las
instituciones afirman que los niños carecen de familia, pero en cuanto se
produce la adopción a menudo aparece una organización que encuentra a los
padres o hermanos. A juicio de Gispert hay que reclamar más claridad pero
también “poner en la balanza la realidad de unos países donde la gente se muere
de hambre y los niños son a menudo objeto de malos tratos y abusos”. Está de
acuerdo en que las adopciones internacionales se miren “con lupa”, también en
lo que respecta a los padres, puesto que muchas veces no son suficientemente
conscientes de que estos niños han vivido situaciones muy traumáticas. “No
vienen como una tabla rasa”, subraya.
fuente: www.lavanguardia.com
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