martes, 13 de diciembre de 2016

Las adopciones internacionales, en el punto de mira

El acogimiento familiar de niños
Un informe oficial en Holanda, que aconseja suprimirlas, abre un debate ético sobre estos procesos
por Elianne Ros 
La percepción de las adopciones internacionales está empezando a cambiar en algunos países europeos. Estos procesos han disminuido sensiblemente en los últimos años debido a la crisis, pero también por una mayor concienciación de lo que implica convertirse en padres de un niño que viene de una realidad y una cultura muy diferentes. En Holanda, incluso, se plantea su prohibición.

El Consejo para la Protección de la Juventud, órgano asesor del Gobierno neerlandés, ha emitido un informe que aboga directamente por la supresión de las adopciones internacionales. Los expertos cuestionan los beneficios que puedan tener para los menores y se interrogan sobre unos mecanismos que a menudo son objeto de abusos por parte de los intermediarios en los países de origen. A su juicio, la demanda de países occidentales también favorece “la proporción de niños declarados en abandono”. Una práctica que se atribuye especialmente a China y su política –recientemente flexibilizada– del hijo único, que ha favorecido el abandono de niñas, puesto que muchas familias prefieren un varón. Por ello, propone limitar el número de adopciones procedentes de este país.
Aunque el informe reconoce los beneficios de crecer en un país desarrollado y con comodidades, donde los niños son acogidos por padres que desean serlo, considera que los inconvenientes son mayores que las ventajas. Según su análisis, los niños deben crecer en su entorno natal, sin tener que abordar un cambio radical de cultura y de lengua, por lo que la mejor solución consiste en ayudar a las familias en los países de origen. “No se verían obligados a desprenderse de los hijos”, subraya. A principios de año, el Gobierno holandés tiene previsto abordar el asunto y decidir si asume las tesis del Consejo e introduce cambios en sus leyes sobre adopción.
En España, tras el boom de las adopciones internacionales en los años 2004 y 2005, la tasa ha caído hasta un 85%. Hasta el momento se ha abordado la cuestión desde la óptica de agilizar los procesos, no de prohibirlos. En Catalunya tampoco se ha abierto el debate sobre su idoneidad. La Generalitat ha reforzado la información y los filtros, pero, según la dirección del Institut Català de l’Acolliment i l’Adopció, la cuestión no se debe plantear como “una dicotomía”. Se muestra “totalmente de acuerdo en que hay que ayudar a las familias en origen”, como sostiene que ya establecen los sistemas de protección de muchos países. “La adopción internacional siempre es, y debe ser, la última opción para un niño, si no ha podido ser acogido ni ha accedido a la adopción nacional”, subraya un portavoz del Institut.
Los expertos corroboran este enfoque al tiempo que destacan los beneficios para unos niños que proceden de lugares donde carecen de los medios más básicos de subsistencia. “Adoptar es un gran acto de humanidad y de amor y en la mayoría de los casos son un éxito”, subraya Daniele Cipriano, psicoterapeuta que ha tratado a muchos niños y adolescentes adoptados. A su juicio, ayudar a las familias en origen no es tan sencillo. “Hablamos de padres que no existen, de niños que son abandonados al nacer y que están abocados a la marginalización. Lo que habría que cambiar es todo el sistema económico de estos países”, reflexiona.
Cipriano compara la explosión de adopciones internacionales en la primera mitad de los 2000 con una especie de “burbuja inmobiliaria”. En cambio, cree que la tasa actual “es asumible” y la defiende siempre que los padres adoptivos tomen la decisión de forma “muy meditada sobre una base ética”. Explica también que muchos padres prefieren ir al extranjero porque las adopciones nacionales son muy lentas –entre 4 y 6 años– y siempre existe la posibilidad de que los padres biológicos reclamen a la criatura.
Uno de los aspectos que pone de manifiesto el informe holandés para defender la suspensión de las adopciones internacionales es que estas alimentan un sistema más basado en la obtención de réditos económicos –el coste del proceso para los padres se cifra entre 15.000 y 80.000 euros– que en la protección de los niños. “Según los estudios efectuados en este terreno, la adopción internacional dificulta la creación de una buena red de protección del menor en su lugar de origen”, sostienen los expertos. El documento hace también referencia a procedimientos opacos, asociados a malas prácticas, para satisfacer la demanda. En países como China, advierte de que “es imposible” saber si la adopción ha seguido los cauces adecuados.
“En algunos países ocurre lo que pasó en España hace 40 años debido a la falta de ética y de regulación. Hay gobiernos corruptos y mafias que viven de esto”, analiza Eva Gispert, directora del Instituto Familia y Adopción. Pone como ejemplo de procedimientos poco claros el caso de Etiopía, donde las instituciones afirman que los niños carecen de familia, pero en cuanto se produce la adopción a menudo aparece una organización que encuentra a los padres o hermanos. A juicio de Gispert hay que reclamar más claridad pero también “poner en la balanza la realidad de unos países donde la gente se muere de hambre y los niños son a menudo objeto de malos tratos y abusos”. Está de acuerdo en que las adopciones internacionales se miren “con lupa”, también en lo que respecta a los padres, puesto que muchas veces no son suficientemente conscientes de que estos niños han vivido situaciones muy traumáticas. “No vienen como una tabla rasa”, subraya.
fuente: www.lavanguardia.com
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