Resiliencia
La vida regala momentos únicos,
impensables en la biografía inicial de un niño. Solo la magia de la
resiliencia, del vínculo establecido entre el niño herido y quienes con su amor
sanan día a día sus heridas, puede explicar la transformación.
Hace un tiempo conocí a un niño muy
especial. Su historia también lo es, pero no la que se remonta a tiempos muy
lejanos (quizás tristemente parecida a otras en las que la incompetencia
parental tiene efectos devastadores), sino a su evolución, al modo en que la
entrega, el afecto, la aceptación y la esperanza han hecho que, en contra de lo
esperable, nuestro niño esté logrando avances espectaculares. Su familia de
acogida son los responsables del maravilloso cambio. Bueno, eso y sus ganas de
aferrarse a la vida cogiéndose con fuerza al tren de la constancia, el esfuerzo
y a esa preciosa palabra llamada familia. Dice una frase que recientemente he
leído: El sentido es un hilo que cose
nuestros momentos para bordar una historia. Y esta es la historia de un acogimiento
especial.
Siempre he admirado a las familias de
acogida. Hoy mi admiración quiero centrarla en
los hermanos de acogida, héroes sin batalla, arco iris en la oscuridad de quien
no han podido experimentar la grandeza de los buenos tratos. Con su sola
presencia son capaces de calmar angustias y temores, con su amor consiguen
reparar heridas.
De la mano de una gran profesional y
también amiga me llegó hace unos días la carta que a continuación comparto,
escrita por su hija ¿biológica? (dudo que su hijo de acogida no pueda compartir
el mismo adjetivo pues si conocierais la historia estaríais de acuerdo en que
le ha dado nuevamente vida). La sensibilidad con que está escrita es tan solo
un ejemplo de la conexión empática que hay entre ella y su pequeño hermano. Lo
cotidiano no es por ello menos abrumador que lo excepcional. El miedo al
abandono, a no saber qué habrá o quiénes estarán cuando el nuevo día despierte,
forma parte del camino en muchos niños y niñas acogidos. Esta
admirable hermana de acogida nos invita, desde su reflexión, a que por unos
momentos podamos meternos en la piel del pequeño y sentir como siente, pero
sobre todo, la confirmación de que la magia existe.
Sin más, os invito a disfrutar de la
carta:
"Es hora de irse a dormir.
Busco cualquier excusa para no irme a
la cama.
No me gusta la noche. Me asusta
dormirme. Me horroriza lo que pueda encontrarme al abrir los ojos. Me siento
inseguro en la oscuridad.
No quiero, no quiero.
Gracias a la alineación de los astros
en esta lluviosa noche de octubre, mi hermana mayor decide hacerme una visita a
la cocina justo antes de marchar, entre sollozos, a mi habitación a dormir.
Me lleva a su habitación, me sienta
en el suelo, y me enseña, explicándome con palabras que no alcanzo a entender,
de donde son las piedras de su cuarto que yo tanto admiro. Por fin,
después de meses, me deja cogerlas, habiéndome negado siempre del goce del olor
a río.
Yo me río.
Mientras, mi teta me sigue explicando
los distintos tamaños de las piedras. Yo no la entiendo, pero me río. Soy feliz
con estas pequeñas perlas entre mis manos.
Mi hermana me mira, me sonríe, sé que
no puedo entender lo que dice, pero sí su mirada.
Me quiere.
Me quiere y le gusta verme reír, y
más aún cuando ella es el motivo de mis sonrisas.
Emocionada por mi ilusión, me levanta
y me lleva de la mano hasta la cocina. Por el pasillo los dos reímos, como dos
hermanos locos el uno por el otro.
Nos ponemos delante de la pila y ella
moja las piedras.
Mágicamente, al mojar las
piedras cambian de color.
Yo no lo entiendo, pero me río. Veo
en sus ojos una extraña sensación de admiración, de orgullo...de magia.
Entonces yo, que desde el primer
momento me he encantado con la piedra más grande, consigo hacerme con ella y
llevarla hasta mi habitación. Con mi teta de la otra mano, claro.
Las arrastro a las dos hasta mi
cama, cojo a mi hermana y, haciéndole gestos, le indico que acerque la
piedra a la lámpara.
Debe brillar en la oscuridad, pienso
convencido.
Pero esta vez es mi hermana la que no
me entiende. Ella no sabe valorar la magia que posee esa piedra, al contrario
que yo.
Pero aun así, ella sigue mis
indicaciones, y aún con cara de desconcierto, convierte esa piedra en la piedra
más mágica que jamás ha existido.
Acaba de crear un nuevo sueño. Acaba
de soñar conmigo, de hacer magia.
Y entonces lo entiendo.
La magia no está en la piedra, está
en las personas, está en mi hermana, está en mí...está en nosotros, en el lazo
que nos une.
Pero, es hora de irse a dormir. Mi
cabeza vuelve a la realidad y el miedo, junto a la rabia, vuelven a inundarme.
Lloro, grito, pataleo.
Pero no importa, porque mañana será
otro día.
Porque mi mamá, mi tete y mi hermana
volverán a hacerme creer en la magia.
Y entonces...entonces olvidaré que
tengo miedo."
Muchas
gracias Bea
fuente:
resilienciainfantil.blogspot.cl
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