lunes, 4 de abril de 2016

Las rutas de la adopción


En tiempos en que se discute sobre la regulación del aborto y acerca del acompañamiento a las mujeres embarazadas surge la pregunta: ¿Es la adopción un tercer camino viable? Del total de mujeres que piensan entregar a sus hijos en adopción, sólo un cuarto termina haciéndolo, pero cuando han pasado por una violación, el porcentaje sube a dos tercios. Además, sobran padres dispuestos a adoptar. Estos son los caminos de la adopción en Chile.
por Ignacio Bazán

Benjamín hizo un jugo de naranja con plátano para esperar a sus padres en una salita de la Casa Belén, un hogar de niños susceptibles a ser dados en adopción que tiene la Fundación San José. Gabriela (43) y Juan (50) entraron a la habitación. Antes se habían visto por fotos y esto era llegar al término del primer proceso de adopción. Ellos iban a ser sus padres y Benjamín lo sabía. Todos se abrazaron. Gabriela lloró de emoción, Juan se hizo un poco el duro.
Luego empezaron las visitas, a sacar a Benjamín a conocer su nueva casa, hasta que pudo salir finalmente del hogar luego de que una jueza pusiera la firma. Desde que Gabriela y Juan llegaron a la Fundación San José e iniciaron los papeleos para adoptar a su primer hijo (ya tienen un hijo biológico de 12) pasaron casi dos años. “Es un camino largo, que se vive con ansiedad a veces, pero necesario”, dice Gabriela. “Uno tiene que pasar por talleres en los que puede sentirse evaluado, pero es como una preparación, algo similar a lo que se vive en los nueve meses de embarazo. El problema es que ese tiempo puede ser demasiado largo para los niños”.
Benjamín salió del hogar con cinco años y nueve meses. A la Casa Belén había llegado casi con tres años, luego de que sufriera de abandono por parte de sus dos padres. Gabriela dice que Benjamín estuvo casi tres años en la casa luego de que un juez pidiera más antecedentes y firmas antes de que lo pasara al estatus de niño susceptible de ser dado en adopción. “Los niños pueden estar sin visitas por mucho tiempo en los hogares, pero llega algún familiar a visitarlos y se revierte todo el papeleo, porque los jueces dan prioridad a la familia biológica. Y son los niños los que pierden con eso. En el caso de Benjamín, él veía cómo sus amigos se iban yendo de la casa y su proceso se demoraba más”.
Casos como el de Benjamín son de los más complicados de solucionar por las instituciones. “Los hijos que son dados en adopción al nacer siempre encuentran un hogar”, dice Ximena Calcagni, directora ejecutiva de la Fundación San José, que acompaña a las madres que dan en adopción, además de hacer los enlaces entre niños y padres adoptivos. “En Chile sobran padres disponibles para adoptar recién nacidos o guaguas que tengan hasta dos años. El problema se produce cuando los niños llegan a los hogares más tarde, porque sus familias estaban incapacitadas para tenerlos”.
Los jueces de familia son fundamentales en la agilidad del proceso. “Cuando hay jueces que se la juegan por los niños, hay casos en que pueden ser dados en adopción a los dos meses, otras veces se pueden demorar tres años”, dice María Elena González, directora de la Fundación Chilena de la Adopción.
La rapidez del proceso puede ser vital, porque a medida que los niños crecen, se hace más complicado que encuentren un hogar adoptivo. En 2014, de un total de 352 niños susceptibles de adopción, 312 tenían cuatro años y más. Casi un 90%.
Gabriela y Juan tuvieron que postular a un niño mayor de dos años, porque el promedio de ellos como pareja al llenar los papeles era de más de 42 años. “Pero nosotros queríamos un segundo hijo y biológicamente era casi imposible. Adoptar nos pareció el mejor camino”, explica Gabriela.
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En Chile, aparte del Sename, existen cuatro fundaciones autorizadas para hacer enlaces entre niños entregados en adopción y los padres adoptivos. La Fundación Chilena para la Adopción fue la primera en crearse hace 30 años, y surgió en un período en que muchos niños debían irse al extranjero.
En el caso del acompañamiento a las madres que dan en adopción, este es ambulatorio. “Nosotros separamos el techo y la comida del acompañamiento para que las mujeres tengan la mayor libertad posible al momento de tomar la decisión”, dice María Elena González, directora de la fundación.
Es durante el acompañamiento, a través de psicólogos, asistentes sociales y abogados, cuando, en muchos casos, se revierte la decisión de dar en adopción. Según las estadísticas de la Fundación Chilena para la Adopción, el 80% de las mujeres que llegan a pedir orientación terminan asumiendo su maternidad, mientras que sólo el 20% restante termina cediendo a sus hijos.
En el caso de la Fundación Chilena de la Adopción, las guaguas que nacen quedan con familias guardadoras. Las madres biológicas pueden visitar a sus hijos durante el período de 30 días que estipula la ley para retractarse de dar en adopción. “A veces son tan largos los procesos, que son niños que caminan”, dice María Elena González.
Por otro lado, en la Fundación San José, iniciada hace 20 años, la segunda más antigua, y que ha atendido a 4.500 mujeres desde su fundación, dicen que alrededor de un 75% de las mujeres que llegan hasta ellos asume la maternidad de sus hijos. “Si hacemos el acompañamiento adecuado, las mujeres están dispuestas a asumir el cuidado de sus hijos”, dice Ximena Calcagni, la directora ejecutiva de la fundación. “La idea es validar como opción social la adopción, como un acto de amor y no de abandono,  instalarla como una opción real para las mujeres cuando sólo parece que están las opciones del aborto y de quedarse con su hijo”.
En tiempos en que en el Congreso se discute la causal de aborto en caso de violación, la Fundación San José entrega datos reveladores. De las 55 mujeres que, entre 2010 y el 2015, llegaron a la fundación con embarazos después de ser abusadas, 20 de ellas decidió asumir su maternidad, es decir, un 36%, mientras que las 35 restantes cedieron a sus hijos en adopción: un 64%.
En la Fundación Chilena de la Adopción, aunque no tienen cifras exactas, dicen que el porcentaje es similar: una de cada tres mujeres que fueron violadas decide quedarse con su hijo.
 “La adopción es otra forma de hacer familia y creemos en eso, pero yo también creo en la libertad de las mujeres para decidir”, dice María Elena González cuando se le consulta por la causal de aborto en caso de violación. “Si yo fuese parlamentario, votaría a favor de la causal de violación, pero teniendo en cuenta que está esta otra alternativa de dar en adopción, que podemos dar vida a través de ella”.
Ximena Calcagni se define como pro vida, aunque cree que queda mucho por mejorar cuando se trata de dar opciones reales a las mujeres: “Nosotros vemos que no damos muchas alternativa como sociedad. Hay que entender que cuando una mujer presenta un embarazo en conflicto está en una situación de fragilidad, de vulnerabilidad, la mayoría de ellas está sola, sin apoyo de sus parejas. Por eso no juzgamos a las mujeres en una situación de muchísimo conflicto, aunque nosotros tenemos una opción por la vida súper clara. Creemos que somos una alternativa concreta”.
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Marta, de Recoleta, ya había tenido un aborto a los 17 años. Esa vez fue más simple: su embarazo era de cuatro semanas y decidió tomar remedios que inducen a la pérdida. Ahora, con 26 años, todo fue más complicado. Sólo se enteró de que estaba embarazada cuando llevaba 13 semanas de gestación. Nunca pensó que podía estarlo, porque su período es irregular y muchas veces pasaba un par de meses sin que la regla le llegara, mientras, en otras ocasiones, el período le llegaba tres veces al mes. Por eso, porque el embarazo estaba demasiado avanzado, el aborto no fue del todo opción, aunque en un principio sí lo pensó. “Pero me dio miedo, porque escuché que se te puede quedar un bracito o una pierna adentro, además que también el aborto se hace peligroso para la madre”, dice Marta, quien reside, libre de cargo, hace dos meses y medio en el hogar que la Fundación San José tiene en Santiago, en el barrio Matta.
Sin saber qué hacer, Marta llamó a la Fundación Chile Unido para que la orientaran. Los antecedentes al momento de llamar eran estos: Marta ya tiene un hijo de seis años, que vive junto a ella, su madre, su hermana y un sobrino en Recoleta. Marta arrastra problemas de adicción a la coca, a la pasta base y al alcohol desde su adolescencia. Marta tuvo relaciones con un conocido, quien no era su pareja, porque su novio en ese momento estaba cumpliendo una sentencia en la cárcel. Por último, Marta no quería que nadie de su núcleo se enterara de su embarazo, aunque sí quería tener a su hijo.
En Chile Unido le dijeron que se contactara con la Fundación San José. Marta explicó su situación y llegaron a un acuerdo. Al hogar que tiene la fundación en el sector de Matta podía ingresar a los seis meses de embarazo, pero tenía que intentar dejar su hábito a las drogas.
¿Cómo pudiste ocultar el embarazo hasta los seis meses?
No se me notaba mucho, pero cuando me empezó a salir más guata, la entraba o me ponía una faja. Nadie se dio cuenta.
Con los seis meses cumplidos, fue hora de dejar su casa. Le dijo a su pareja -que ya había salido de la cárcel-, a su madre y a su familia cercana que se iba a un centro de rehabilitación para “limpiarse”. Y llegó al hogar sin haber consumido en un mes y medio.
Ahora, Marta tiene ocho meses y medio de embarazo, cuatro meses en total de abstinencia. Su tiempo en la fundación lo ha pasado entre el acompañamiento de los profesionales y la realización de algunos talleres. La hora de levantarse es a las 8 de la mañana y la de acostarse es a las 10 de la noche. La limpieza de la casa está a cargo de las mismas mujeres y un día a la semana Marta sale a trabajar a una casa vecina a hacer aseo, porque su idea es salir de su embarazo con algo de dinero.
Si de algo está segura Marta es de que, cuando todo termine, va a ceder en adopción a la hija que tiene en su vientre. 
-No estoy en condiciones de tener un hijo en estos momentos-, dice en una de las oficinas del hogar. -Tengo que primero salir yo del pozo en el que estoy, rehabilitarme bien   y encargarme del hijo que ya tengo. Además que nadie en mi familia sabe que estoy embarazada.
Si Marta no cambia de opinión de aquí a unas semanas, entrará en el grupo del 20% de mujeres que se acercan a fundaciones de adopción y que terminan dando a sus hijos en adopción. 
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La asistente social Teresa Muga lleva 14 años trabajando en el hogar de mujeres de la Fundación San José. Durante este tiempo ha visto cómo ha ido disminuyendo la llegada de mujeres que piden ayuda.
 “Ha habido un gran cambio en la sociedad chilena”, dice. “Primero, se ha mejorado bastante en el uso de métodos anticonceptivos, pero también es más aceptado por las familias que una niña quede embarazada y que pueda seguir estudiando y viviendo con sus padres, por ejemplo”.
El hogar donde trabaja Muga tiene capacidad para 15 mujeres, aunque alguna vez pudieron atender a 20. Hoy, sólo está a un tercio de su capacidad e incluso hubo un par de semanas en el verano en las que el hogar cerró porque no había ninguna. La mayoría de las mujeres que llega al hogar son de regiones y últimamente ha aumentado bastante el número de extranjeras.
Según Muga, es un mito que la pobreza determina la entrega de hijos en adopción.  “Me ha tocado recibir a niñas universitarias que, teniendo los recursos, han entregado igual”, dice. “El tema es duro, hay mucho miedo. Una vez nos tocó acompañar a una niña de la Católica que escondió todo el tiempo su embarazo de su familia, y su mamá se dio cuenta el mismo día en que su hija dio a luz, porque la tuvo que llevar al hospital. El embarazo lo había escondido poniéndose ropa ancha y usando una faja en el estómago”.
Contrario a lo que se cree, sólo un 30% de las mujeres que llegan a estas fundaciones son menores de 20 años. Un 59% tiene entre 20 y 35 años, y la gran mayoría de ellas ya tiene hijos. En términos de perfil, buena parte de las mujeres tienen entre educación media y técnica completa, mientras algunas son universitarias.
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Eve es haitiana, tiene 29 años y hace dos llegó a Chile con la menor de sus tres hijos, que tenía apenas dos meses. Sus dos hijos mayores, ahora de cuatro y seis años, quedaron en Haití junto a su padre. Eve rehízo su vida en Santiago trabajando en una cocinería y conoció a otro haitiano, del que quedó embarazada hace un año. El aborto fue una opción. Eve tomó remedios tres veces, pero no funcionó. Y no quiso seguir insistiendo. En un consultorio consultó por las alternativas disponibles. Y la derivaron a la Fundación San José, que se encarga de acompañar a las mujeres y de guiarlas en un proceso de adopción.

Eve, como la mayoría de las mujeres de la fundación, fue un caso ambulatorio. Y fue acompañada y guiada por asistentes sociales, psicólogos y abogados. En todo momento su idea era dar a su hijo en adopción.
Vivo sola con un hijo de dos años y no podía hacerme cargo de otro-, dice Eve. -El padre se había ido y ahora sé que está con otra y que acaba de tener otro hijo.
Hace dos meses, Eve dio a luz en el Hospital San José. Dice que el trato fue bueno en general, pero que hubo episodios que la marcaron. Un día se estaba trasladando con una enfermera y una mujer del personal de aseo escuchó que la guagua de Eve iba a ser dada en adopción.
Me dijo que eso no se hace, que uno no entrega a los hijos a extraños de muy mala manera. Yo le respondía que ella no sabía de mi realidad. También me pasó que una mujer se acercó para que le pasara a mi hija, como si fuera un juguete.
Ximena Calcagni, directora de la Fundación San José, dice que uno de los grandes problemas de la adopción en Chile es precisamente el trato que reciben las mujeres que deciden entregar a sus hijos en el sistema de salud. “Aquí todavía son muy castigadas socialmente las madres que dan en adopción. Nosotros en la fundación las podemos acompañar, guiar, proteger, pero cuando llegan a los hospitales a tener a sus hijos muchas veces son maltratadas. Les pasa que la enfermera las amenaza con no darles anestesia o los mismos doctores las tratan mal”.  
Eve, finalmente, tuvo a su hija, a quien dejó en la Casa Belén, un hogar de la Fundación San José adonde van los recién nacidos que potencialmente pueden ser entregados en adopción. Por ley, las madres que entregan a sus hijos a este tipo de hogares tienen 30 días hábiles para retractarse y asumir su maternidad. En la fundación, durante el período de acompañamiento, les dicen a las madres que, a pesar de que cedan a sus hijos, es importante que los vean al menos una vez, como manera de cerrar un ciclo y, también, para que no elaboren en el futuro imágenes idealizadas de un hijo al que nunca vieron.
Eso fue lo que hizo Eve.
Al quinto día de haber tenido a su hija fue a verla a Casa Belén. En ese momento supo que tenía que revertir su decisión.
Más que una cosa de apego, lo que me pasó es que entendí que la decisión de darla en adopción era para siempre. Y eso no me dejaba dormir tranquila.
Eve se asesoró con la fundación para revertir el trámite legal en el juzgado y en un par de días pudo sacar a su hija de la Casa Belén. Eve cuenta toda esta historia en la Fundación San José, con su hija de dos meses en sus brazos, y dice que no se arrepiente, aunque lo suyo, la verdad, no alcanza para felicidad.
-Se me va a hacer muy difícil cuando se me acabe el posnatal y me quede sola con mis dos hijos, pero esto es lo que elegí. No me podría haber separado de ella para siempre.
Fuente: www.latercera.com (03 de abril del 2016)


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