Con una nueva versión de un clásico
de la literatura, «Anne with an E» es una joya algo escondida de la plataforma
Netflix. Con una niña singular, la serie atraviesa la pantalla y cautiva con su
historia llena de imaginación, esperanza y color.
La historia comienza cuando los
hermanos Cuthbert —Matthew (R. H. Thomson) y Marilla (Geraldine James)— deciden
adoptar un niño huérfano para que los ayude en su granja y por equivocación
reciben a una niña. Ambientada en un pueblo de Canadá a fines de siglo XIX, la
trama sigue las aventuras de Anne Shirley (Amybeth McNulty), una niña de 12
años de lo más inusual: pelirroja, charlatana y algo caprichosa, con una gran
imaginación desarrollada luego de vivir toda su vida en un orfanato.

Sin embargo, pronto Anne se encuentra
con que no todo es tan fácil como en las historias que ella fantasea. Acechada
por los traumas del pasado —propios del maltrato infantil— y las estructuras de
un presente en un pueblo nuevo, la historia muestra cómo la protagonista va
encontrando sus propios obstáculos y limitaciones y, por consiguiente, cómo
aprende las formas de superarlos sin dejar su esencia de lado.
Además de sus padres adoptivos, sus
vivencias en Avonlea están acompañadas por su mejor amiga Diana Barry (Dalila
Bela), una niña de su edad con quien conecta de inmediato y su archienemigo
Gilbert Blythe (Lucas Jade Zumann), a quien promete no hablarle nunca más.

Así como a lo largo de las temporadas
vemos cuestionado el lugar de las mujeres, también se plantean situaciones en
torno a problemáticas como el racismo y la homosexualidad y se realizan
críticas al maltrato infantil, los métodos de enseñanza y los lugares dados por
un estricto status quo.
Podemos argumentar la falta de cierta
verosimilitud en ocasiones —sobre todo la resolución de conflictos— dada la
época en que ocurre la trama. De todas maneras, es justo mencionar que esto es
lo que distingue y despierta empatía en el público: la reflexión se da desde la
comprensión y el mensaje de que las cosas pueden —y deben— cambiar. Lejos de
ser un tratamiento superficial, las escenas generan sensibilidad y simpatía,
que muchas veces te deja al borde de las lágrimas (sino empapado en un mar de
llanto).

Los arcos narrativos son atrapantes y
aportan diversidad de historias que funcionan como pulmón de la trama
principal. La reconstrucción de las historias secundarias se da de a partes,
como piezas de rompecabezas que toman forma a través de flashbacks, recuerdos o
imaginaciones.
El filtro de misterio de estos
personajes secundarios establece una relación de contraste con Anne que para el
espectador resulta muy interesante. La protagonista, de quien bastan un par de
escenas para conocer sus vivencias y su personalidad, contrasta con los vecinos
de Avonlea, reservados y adheridos a las reglas. Hay un equilibro que le da
momentos de respiro al espectador entre el «vómito elocuente» de Anne y el
pasado misterioso de los demás personajes.
fuente:
www.escriturafeminista.com
URL Abreviada: https://n9.cl/czn1
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