Mitos de la adopción
Psicólogo Clínico Infanto-Juvenil
Hoy la adopción es una forma más de
formar familia, es una alternativa reconocida por la sociedad y que ya no
requiere ser ocultada para proteger a sus protagonistas. Aun así, pesa sobre
ella un velo de misterio cargado de mitos que generan dudas y establecen
diferencias irreales con este tipo de familias. En cuanto se ha ido abriendo el
tema en la sociedad, estos mitos han ido perdiendo fuerza, pero aún persisten
en el inconsciente colectivo, determinando una mirada con cierto grado de
discriminación hacia quienes forman parte de este modelo familiar.
Entre el abanico de ideas erradas
sobre la adopción, se encuentra aquella que postula, casi como una ventaja o
beneficio para los involucrados, que los padres elijen a sus hijos. Frases como
que ser elegidos por sus padres adoptivos los “enriquece” en su identidad, que
los hace sentirse “únicos”, que los quieren “más” porque los eligieron, que eso
le da “sentido” a un sentimiento profundo de amor, no hacen más que profundizar
la idea de un amor condicionado, todo lo contrario al sentido del amor.
Que los padres tengan la posibilidad
de elegir a sus hijos, da la impresión que lo aman tanto porque tuvieron la
opción de ser padres de ese niño en particular y no de otro, que tuvieron
la alternativa de decidir por cuál niño sentirían más amor, como modo de
asegurar así una familia llena de amor entre sus miembros, tanto que las
dificultades que puedan enfrentar se minimizarán por la fuerza del cariño. “A
ti es a quién más amaremos” parece ser el regalo de los padres a su hijo.
Si pudieron elegir a otro, el
adoptado debiera estar agradecido que fuera a él y le dieran la posibilidad de
tener una familia. Entonces, puede hacerse la pregunta de por qué lo eligieron
a él, qué llevaría a sus padres a decidirse por él por sobre los otros niños
disponibles a ser adoptados. Las decisiones se basan en un motivo, quizá
consideraron que era el más lindo, el más despierto, el más amoroso o el más
tranquilo. Entonces el regalo debe ser correspondido, o más bien asegurado; le
dieron esta oportunidad por una razón y debe asegurarse que ésta se mantenga en
el tiempo para conservar a sus padres.
Si lo eligieron por ser el más lindo, debe conservarse así, ya que es la razón
por la que lo quieren; si fue por ser despierto, deberá destacar en el colegio,
si se saca malas notas podrían dejar de quererlo; si hace una rabieta, ya no
sería tan amoroso y dejar de agradar a sus padres; si hace travesuras, dejaría
de ser el niño tranquilo que conquistó a sus padres. Todo esto amenaza el
cariño que sienten por él, se transforma en un cariño condicionado por su
comportamiento; no lo querrán por lo que es, sino por lo que esperan de él
según lo que ellos vieron al decidir adoptarlo a él y no a otro niño.
Pero la realidad no es ésta. Los
padres no eligen a sus hijos.
En el actual sistema de adopción los
padres no conocen alternativas de hijo, sino que se les presenta a quien será
el suyo. No existe la opción de “cambiarlo” por otro que llene mejor sus
expectativas. El foco no está puesto en el “regalo” de una familia por parte de
los padres al hijo, si no a la inversa, es el niño quien le da la oportunidad
al adulto de ser padre o madre, de desarrollar su potencial parental y volcar
su amor a un niño, su propio hijo. De este modo no deberá vivir
agradeciendo a sus padres por “salvarlo” del desamparo, así como en el modelo
tradicional de familia con parentesco biológico, los hijos no lo hacen. Es responsabilidad de los padres cuidar, proteger, formar y querer a sus hijos, sin
esperar que se ganen el cuidado y afecto.
Esto es amor incondicional y es lo
que define a una familia.
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