jueves, 23 de febrero de 2017

Adopciones que se truncan


por Paulina Sepúlveda G.

En Chile el 1,5% de las adopciones fallan. El encuentro entre un niño que anhela un hogar y padres que desean un hijo, no siempre tiene un final feliz.
En una adopción, las expectativas son altas para todos. Está el niño que por diversas circunstancias es vulnerable, y vive en un centro de protección o con una familia de acogida, y espera un hogar definitivo. Y por otro, están el o los padres que anhelan un hijo.
En Chile el 98% de las adopciones son exitosas, y las expectativas se cumplen. Pero también hay un porcentaje que se trunca. Son las llamadas adopciones fallidas. Entre los años 2010 y 2015, según cifras del Servicio Nacional de Menores (Sename), se registraron 36 interrupciones del proceso de adopción y 17 disoluciones, es decir, 53 adopciones fallidas (1,5%).
Cuando la justicia ya falló a favor de la adopción y los padres de algún modo se “arrepienten”, pero aún no se produce la inscripción del niño, se informa al tribunal para que ese proceso no se realice. Se habla entonces de “interrupciones”.
Si ocurre después de los trámites legales y el niño ya vive en el hogar adoptivo, se hace una cesión voluntaria. Son las llamadas “disoluciones”.
En ningún caso, sin embargo, la ley indica qué pasos se deben seguir.
María Fernanda Galleguillos, jefa del Departamento de Adopción del Sename, recalca lo difícil que es hablar de fracasos en estas experiencias. Por ello, desde el año 2010 comenzaron a cuantificar esos casos, para ver cuál es la parte que pudo haber fallado.
A nivel internacional la tasa de adopciones fallidas va entre el 1% al 1,5%. En Chile, en 2015, de los 510 enlaces, diez fracasaron, cuatro fueron de adopciones nacionales y seis internacionales.
En todos los casos registrados de 2010 a la fecha, el quiebre se produjo antes que el menor haya vivido diez meses en su nuevo hogar.
Cuando esto pasa, dice Galleguillos, se produce un cambio en el estado de filiación, y el niño ingresa nuevamente al sistema de protección. “Se le trata para contenerlo y ver si está en condición de ser adoptado nuevamente. Todas estas cosas son terriblemente duras”, dice Galleguillos.
Para llegar a una situación como ésta, es porque se complicó muchísimo todo. No hay una sola explicación, advierte Irene Salvo Agoglia, investigadora del Programa Interdisciplinario de Cuidados, Familia y Bienestar de la U. Alberto Hurtado (UAH).
Son muchos los factores que intervienen. “No tiene que ver con la idea de que los padres “se arrepienten”, o “lo rechazan”, inclusive al niño podría no gustarle sus padres adoptivos. Las relaciones son bidireccionales”, resalta Salvo.
En otras ocasiones, agrega, el equipo técnico que hace el seguimiento determina en función del interés superior de ese niño o niña, que lo mejor es interrumpir el proceso. “El punto es que la responsabilidad la tienen los adultos”.

Proceso doloroso
Para el niño, que ha vivido diversas separaciones y transitado por múltiples ámbitos de cuidados (incluidas instituciones), y desea ser adoptado, es muy doloroso. “Reeditan experiencias anteriores que lo llevan a pensar que tiene “algo” que no funciona, o que impide que lo puedan querer o cuidar, afectando su visión respecto a sí mismo y confianza hacia los otros”.
Impacta también a los equipos profesionales. “Todos hubieran querido prevenirlo”, dice Salvo. Las consecuencias para todos son graves, “pero no irreparables”, agrega.
 “La adopción no es caridad y no basta con el amor”, resalta la experta de Sename. Se necesitan padres especiales, sensibles a la historia del niño para entender su comportamiento.
“El niño está permanentemente tensionando la relación para ponerlos a prueba. En toda su historia los padres le han fallado, su concepto es que los adultos fallan”, dice Galleguillos.
Patricio Celis, psicólogo, director de la Escuela Chilena de Psicoanálisis Lacaniano, aclara que todos los hijos biológicos o no, son adoptados. Todos deben ser representados psíquicamente como hijos. “La vinculación natural, consanguínea no garantiza nada. En cualquier modelo de familia no hay garantía que esa relación resulte. Padres biológicos y adoptivos enfrentan esa dificultad”.
La parentalidad, sea por la vía que sea, es un proceso de aprendizaje con enormes desafíos, indica Salvo. “En toda parentalidad hay muchos matices y conflictos, por lo que no podemos seguir usando terminologías tan dicotómicas como éxito/fracaso. Podríamos decir que hasta cierto punto es inevitable que existan situaciones en que el enlace y el contacto no resulten favorables, lo que no quita que sigamos trabajando por fortalecer todos los factores protectores para disminuirlo al máximo”.
fuente: www.latercera.com (13 dic. 2016)
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