miércoles, 12 de octubre de 2016

Vivir con vergüenza


Soy adoptada, y aquí lo digo libremente, aquí no tengo motivo para ocultarlo, pero por desgracia para mí y para tantos, en la vida, sin estar detrás de una pantalla, no es tan sencillo. Desde el primer momento, tras la llegada a mi casa, ser adoptada es una condición que siempre he tratado de ocultar, de niña por pura vergüenza, y ahora no porque a mí me importe que nadie sepa que mi madre no me parió, sino por evitar comentarios y preguntas indiscretas, que la gente tiene la manía de hacer.

Siendo pequeña trataba a toda costa de evitar que nadie se enterase, especialmente mis compañeros de colegio, como bien se dice, los niños pueden ser muy crueles. Por desgracia tuve la mala suerte de tener una mala profesora, que un día decidió justificar delante de mis compañeros mi forma de ser, que por entonces era bastante antisocial y arisca, explicándoles que yo soy adoptada. Una decisión poco acertada en mi opinión, y algo que considero que a ella no le correspondía hacer. Dejó la intimidad de mi vida expuesta ante más de 20 niños de 9 años, volviendo el curso escolar en un verdadero infierno. Frases como “es que a ti no te quieren ni tus padres” o “seguro que te tiraron a la basura” eran demasiado habituales, si ya de por sí yo no era demasiado buena en las relaciones, esta señora terminó por bombardear las pocas amistades que tenía alguna opción de tener. Al finalizar el curso mis padres me cambiaron de centro, viendo que la situación era insostenible.

Ese tipo de situaciones no son extrañas durante la infancia y adolescencia de un adoptado, algo que no nos deja sentirnos seguros, porque la mochila con la que cargamos es muy grande y muy dura. Es difícil vivir con el peso de que nuestra propia familia biológica no está con nosotros, yo no dejaba de ver cómo mis amigas estaban con sus padres biológicos, y me costaba entender qué había hecho yo tan grave para que ni la mujer que me había parido me quisiera. Eso tardé años en superar, tras muchos años de terapia, hasta que por fin decidí ver mi suerte, ver que sólo nací en la familia equivocada, para llegar a mi familia, que ha luchado por tenerme con ellos, que han luchado por mí, y eso sí es una suerte.

Con todo esto ya pasado, ahora de adulta sigo no ocultando, pero sí evitando mencionar mi “estatus de adoptada”, es como ponerte un cartel en la frente que pone “ya sé que mi vida te importa poco, pero tranquilo, pregunta todas esas cosas indiscretas por las que sientes curiosidad, que no me importa relatar la mierda de vida que viví para tu entretenimiento”. Porque sí, hay veces que parece que soy un circo, y que cualquier pregunta vale, porque se están “preocupando” por mi vida, y normalmente es simple curiosidad.

Por esto vivimos sintiéndonos atados a no contar algo tan fácil de entender como que por algún motivo no pudimos vivir y crecer con la familia que nos tocó, y simplemente tardamos un poquito más en llegar a nuestra familia, la de verdad.

fuente: lasalasdenabi.wordpress.com

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2 comentarios:

  1. Agradezco que publiques mi entrada, para mayor conocimiento del caso, visitad mi blog. Un saludo.
    https://lasalasdenabi.wordpress.com

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    1. Gracias a ti por tu testimonio, tienes un blog muy valioso para las familias adoptivas. Con tu experiencia puedes ayudar a que los demás entiendan la vivencia de los adoptados y muchos de ellos se sentirán identificados con tu historia.

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