Soy adoptada, y aquí lo digo libremente, aquí no tengo motivo
para ocultarlo, pero por desgracia para mí y para tantos, en la vida, sin estar
detrás de una pantalla, no es tan sencillo. Desde el primer momento, tras la
llegada a mi casa, ser adoptada es una condición que siempre he tratado de
ocultar, de niña por pura vergüenza, y ahora no porque a mí me importe que
nadie sepa que mi madre no me parió, sino por evitar comentarios y preguntas
indiscretas, que la gente tiene la manía de hacer.
Siendo pequeña trataba a toda costa de evitar que nadie se
enterase, especialmente mis compañeros de colegio, como bien se dice, los niños
pueden ser muy crueles. Por desgracia tuve la mala suerte de tener una mala
profesora, que un día decidió justificar delante de mis compañeros mi forma de
ser, que por entonces era bastante antisocial y arisca, explicándoles que yo
soy adoptada. Una decisión poco acertada en mi opinión, y algo que considero
que a ella no le correspondía hacer. Dejó la intimidad de mi vida expuesta ante
más de 20 niños de 9 años, volviendo el curso escolar en un verdadero infierno.
Frases como “es que a ti no te quieren ni tus padres” o “seguro que te tiraron
a la basura” eran demasiado habituales, si ya de por sí yo no era demasiado
buena en las relaciones, esta señora terminó por bombardear las pocas amistades
que tenía alguna opción de tener. Al finalizar el curso mis padres me cambiaron
de centro, viendo que la situación era insostenible.
Ese tipo de situaciones no son extrañas durante la infancia y
adolescencia de un adoptado, algo que no nos deja sentirnos seguros, porque la
mochila con la que cargamos es muy grande y muy dura. Es difícil vivir con el
peso de que nuestra propia familia biológica no está con nosotros, yo no dejaba
de ver cómo mis amigas estaban con sus padres biológicos, y me costaba entender
qué había hecho yo tan grave para que ni la mujer que me había parido me
quisiera. Eso tardé años en superar, tras muchos años de terapia, hasta que por
fin decidí ver mi suerte, ver que sólo nací en la familia equivocada, para
llegar a mi familia, que ha luchado por tenerme con ellos, que han luchado por mí,
y eso sí es una suerte.
Con todo esto ya pasado, ahora de adulta sigo no ocultando,
pero sí evitando mencionar mi “estatus de adoptada”, es como ponerte un cartel
en la frente que pone “ya sé que mi vida te importa poco, pero tranquilo,
pregunta todas esas cosas indiscretas por las que sientes curiosidad, que no me
importa relatar la mierda de vida que viví para tu entretenimiento”. Porque sí,
hay veces que parece que soy un circo, y que cualquier pregunta vale, porque se
están “preocupando” por mi vida, y normalmente es simple curiosidad.
Por esto vivimos sintiéndonos atados a no contar algo tan
fácil de entender como que por algún motivo no pudimos vivir y crecer con la
familia que nos tocó, y simplemente tardamos un poquito más en llegar a nuestra
familia, la de verdad.
fuente: lasalasdenabi.wordpress.com
Agradezco que publiques mi entrada, para mayor conocimiento del caso, visitad mi blog. Un saludo.
ResponderEliminarhttps://lasalasdenabi.wordpress.com
Gracias a ti por tu testimonio, tienes un blog muy valioso para las familias adoptivas. Con tu experiencia puedes ayudar a que los demás entiendan la vivencia de los adoptados y muchos de ellos se sentirán identificados con tu historia.
Eliminar