miércoles, 14 de septiembre de 2016

Kiwi


Carmen Posadas

Una mañana como otra cualquiera el cartero dejó en la granja un paquete. Todos los animales querían saber lo que era. Se pusieron todos alrededor de Perro, que era el guardián de la granja, para abrirlo. ¡Era un huevo! Un huevo muy raro con manchitas pardas. Nadie quiso hacerse cargo de él, así que Perro se encargó de cuidar y dar calor a ese huevo tan raro. Un buen día nació la nueva ave. Era un animalillo pequeño y extraño, con patas de gallina, pico de colibrí y un cuerpecillo gris cubierto de gruesas cerdas. La noticia pronto se extendió por toda la comarca y los animales de los alrededores iban a verlo. Un día llegó una golondrina que les dijo que aquello era un kiwi, un animal que vive en un país muy lejano. Seguro que en cuanto se conociera la noticia del kiwi en aquella granja, se haría famoso. Y atraídos por la fama, todos los animales de la granja querían ocuparse de él. Pero Perro se negó. Él era el padre de Kiwi y lo quería de verdad, se hiciera famoso o no.
El amor incondicional es el eje de esta historia, aquel que no proviene del vínculo sanguíneo, sino del compromiso con otro que necesita de atención, cuidado, cariño y aceptación. La pertenencia está dada por el cariño que une a las personas, por el amor que es para siempre, incondicional. “Papá Perro te querrá siempre igual”.

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