Érase una vez, una niña negra que se dibujaba blanca.
Era negra, negra, negra, pero se dibujaba blanca.
Era negra como las noches sin luna, con unos ojos brillantes, una sonrisa que brotaba como el agua viva de los riachuelos y vivía feliz, rodeada de otros niños. Nadie sabía por qué, pero ella se dibujaba blanca, blanca como los otros niños que la rodeaban. Siempre dibujaba una niña de pelo rizado con trenzas, unos ojos enormes, lo coloreaba con un lápiz de color beige anaranjado y ponía su nombre debajo. Así se veía ella. Los otros niños parecían no darse cuenta porque ellos también la dibujaban igual, ya que ella misma siempre se dibujaba tal cual.
Y un día que se dibujaba, la maestra se le acercó y le preguntó por qué se dibujaba así… “Mira mi mano…” le dijo. “…Y mira la tuya ¿Son del mismo color?”
Y la niña negaba con la cabeza y decía: “No...”
“¿Y por qué te pintas de este color clarito?”, le preguntó la maestra.
Y la niña le respondía: “Es que, es mi color… el mismo color que los demás”
Y señalaba los otros niños.
La maestra le dijo que no, que no era su color y le preguntó a los otros niños con qué color la dibujarían. Y como la niña siempre se había dibujado de color beige, todos los niños levantaron su lápiz beige. Y la maestra les dijo que no. Les dijo que ella no era beige, sino más bien marrón, porque ella era negra y que ellos eran blancos y por esto se dibujaban con este color beige. Y que si la niña era oscura de piel, había que pintarla oscura de piel. Los niños, la escuchaban con atención y miraban, curiosos, a la nueva negra. Muchos no entendían por qué era negra, ni por qué tenían que dibujarla de otro color, pero lo había dicho la maestra. Y sí lo había dicho ella, debía de ser verdad. Así que su amiga era negra, y ellos sin saberlo. Y la miraban…
La niña sabía que era negra, porque sus padres se lo habían dicho. Pensaba que lo había entendido, pero nunca pensó que sería una cuestión de lápices. Pobre niña, ciega de color, sin ninguna noción de raza, que se pensaba que era igual, igualita que sus amigos.
Érase una vez una niña negra, que no se veía negra, porque sus amigos, sus padres, todos eran blancos. Y ella siempre se había visto igual que ellos.
Érase una vez una niña negra, que al final, empezó a dibujarse negra. Y se dio cuenta de que estaba sola, porque era la única negra entre todos. Se dio cuenta de que todos la miraban y no sabía si esto era malo o era bueno. Aquel día, con la goma de borrar, se quitó todo el color beige y se pintó de marrón. Miró su mano, y no lo entendió porque vio que tampoco era el mismo color que tenía ella. Pero lo había dicho la maestra.
Érase una vez, una niña que, de repente, se dio cuenta de que no era diferente, sino que no era como los demás. Y se sintió sola, muy sola, sola y negra.
Y érase una vez, una maestra que se sintió feliz porque gracias a ella, una niña de su clase había empezado a dibujarse con el color que le tocaba, tal como tenía que ser...
fuente: yaivi.blogspot.com
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