España
por Carmen Paniagua
Hay una
tarea a la que todo padre o madre adoptivo tiene que hacer frente: contarle a
su hijo que es adoptado. En definitiva, decirle que ellos no son sus padres
biológicos e informarle sobre su pasado. Afrontar la comunicación de los
orígenes no es tarea fácil para los adoptantes, por ello dedicaremos esta
entrada a darles algunos consejos sobre cómo pueden hacerlo más fácil.
Para que
haya una adopción, es necesario que un menor haya sufrido previamente una
pérdida, un abandono, no importando en qué edad haya tenido lugar. Sea cuando
sea, la persona que se supone que más debería haberte querido y cuidado, ha
sido la primera en abandonarte, y aunque hayas encontrado nuevos padres que te
quieren más que a nadie… ese sentimiento siempre queda ahí, como una música de
fondo que te acompaña allá donde vayas.
Para
comenzar, es necesario dejar claro que el menor tiene derecho a conocer su
pasado (Ley 54/2007), no siendo esto una opción del adulto que le ha adoptado.
Partiendo de esto, podemos enfrentarnos a dos situaciones diferentes: el niño
sabe su pasado o lo ignora.
Es fácil
saber si eres adoptado si procedes de una etnia distinta a tus padres o si la
adopción se produjo cuando tenías, por ejemplo, 6 años. Sin embargo, hay otros
casos en los que los menores no tienen recuerdo de la adopción y no hay ningún
indicador externo que la haga evidente (a esto se le llama adopción invisible).
En este segundo caso, es necesario informar de la condición de adoptado o
adoptada y explicar qué significa, haciéndolo pronto (2-4 años) y
posteriormente ampliando y completando dicha información a medida que las
capacidades de comprensión del menor lo vayan permitiendo, siempre dentro de un
clima de seguridad y afectividad. Es esencial un aspecto: no recurrir a la
mentira. Se pueden dar informaciones incompletas o suavizadas, pero nunca
falsas, porque la verdad acabará apareciendo antes o después, y en ese caso
minará la confianza y las relaciones.
Contar a
un niño o niña de 2-3 años su historia suele ser muy fácil, ya que a esa edad
no genera grandes dudas ni preguntas difíciles de contestar. Será suficiente
con que la historia sea sencilla e introduzca el concepto de la adopción, que
hable de una familia anterior y de una familia actual. En esta etapa lo único
que puede costar trabajo es que los adoptantes estén tranquilos y confiados al
hablar con su hijo o hija.
Lo más
difícil suele ser mantener esta información, recordándola de vez en cuando en
el momento en que surja la ocasión (o creando ocasiones para que surja),
ampliando la información paulatinamente. Es decir, no basta con decirle a
nuestro hijo de tres años que es adoptado una vez y no volver a hablar sobre el
tema hasta años después, sino que es una información que debe estar presente y
no evitarla. Un buen modo de conseguir esto es tener a la vista fotografías del
pasado del menor, como pueden ser de su país o ciudad de origen, del momento
del primer encuentro, música tradicional de su país si proviene de la adopción
internacional, etc. Esto no sólo sirve para propiciar la comunicación, sino que
también representa un respeto a un pasado que se reconoce y se valora.
El pasado
de los menores adoptados no es algo ajeno a ellos; reconocerlo y valorarlo
supone reconocer y valorar al propio niño (y futuro adulto), del mismo modo que
evitar el tema o decir abiertamente que no se quiere hablar de él es rechazar
al menor.
No es una
buena opción dejar que sea el menor quien inice la conversación sobre la
adopción o dejar que haga él preguntas para sacar el tema, ya que lo habitual
es que los niños y niñas pequeños que han sido adoptados no pregunten. Esto no
quiere decir que no tengan dudas o deseos de hablar, sino más bien no les gusta
sacar el tema o no se sienten con la confianza suficiente como para hacerlo. Es
por ello que deben ser los adoptantes quienes tomen la iniciativa, en un justo
equilibrio entre tener presente el tema para que haya confianza y no insistir
continuamente en él.
Una buena herramienta para trabajar el pasado de los menores adoptados
es lo que se conoce como El libro de vida. Se
trata de un libro en el que se recogen datos sobre el pasado del niño o niña
hasta la actualidad, ilustrando los contenidos con fotos, dibujos, pegatinas,
textos escritos… Este libro puede convertirse en un punto de referencia
importante para el niño o niña, por lo que es recomendable que lo tengan en un
lugar de fácil acceso, como podría ser su habitación. También resulta muy útil
para establecer conversación, ya que les ayuda a hacer preguntas y explorar
sentimientos. Algunos contenidos que pueden aparecer en el libro de vida
son: país, ciudad o comunidad de origen del menor y aspectos culturales del
mismo, lugares, situaciones y personas significativas del pasado, el primer
encuentro de la familia adoptiva con el menor, la llegada al nuevo hogar,
primeras semanas juntos, el progreso en su crecimiento y las primeras
adquisiciones, sus amigos y profesores, las calificaciones académicas, sus
aficiones y actividades importantes, recuerdos de excursiones y vacaciones,
etc.
Sin
embargo, como hemos comentado, también están los menores que fueron adoptados a
una cierta edad y tienen plena consciencia sobre su pasado y sobre el hecho de
que han sido adoptados. En esta situación, es frecuente tener la tentación de
pensar que puesto que el niño o niña lo sabe todo sobre su pasado (pudiendo
saber más incluso que los propios adoptantes), no hay nada sobre lo que hablar.
Resulta evidente que en este caso la tarea no consiste en revelar información,
sino en ayudar a que el menor organice sus recuerdos y se reconcilie con
ciertos hechos y sentimientos del pasado, permitiéndole expresar qué siente al
respecto y facilitandole comunicar preocupaciones que pueden estar causándole
malestar psicológico.
Otro
aspecto importante a tener en cuenta es que la calidad de la comunicación sobre
la adopción no guarda ninguna relación con la cantidad de información que se
tenga. Se le puede haber transmitido mucha información al menor sobre su
pasado, y sin embargo, dicha comunicación ser de mala calidad, por ejemplo, ser
transmitida de forma poco comprensible para el adoptado, con un tono emocional
negativo o en un momento inoportuno. Del mismo modo, se puede tener muy poca
información sobre el pasado, y sin embargo ser capaz de lograr una comunicación
rica y sensible. En este segundo caso, la clave no sería la transmisión de
información concreta, sino la exploración de distintas posibilidades y las
explicaciones respecto a qué podría haber pasado, quiénes podrían haber estado
implicados, cómo se siente el niño o niña… De este modo, no resulta esencial
qué se cuenta, sino la actitud con la que se hace, junto con la disponibilidad
para hablar y para normalizar los sentimientos que estos temas puedan provocar.
Al igual
que hemos dicho que contar la historia a un niño pequeño es fácil, también es
frecuente que entre los 6 -9 años, debido a la evolución de su inteligencia,
aparezca una mayor comprensión sobre la adopción y puedan aparecer sentimientos
de tristeza, rabia o confusión. Estos sentimientos son completammente normales
y suelen tener un carácter pasajero, sobre todo si los adoptantes ayudan a los
menores a gestionarlos.
Otra etapa
importante en este tema es la adolescencia, aquí pueden volver a reactivarse
preguntas y sentimientos relacionados con la adopción. De nuevo, las
capacidades intelectuales logradas les van a permitir hacerse preguntas más
complicadas (¿qué hubiera pasado si…? ¿sería posible saber más o conocer
más…?). A esto es a lo que se le suele llamar “búsqueda de orígenes”
y se diferencia de las etapas anteriores en que esta búsqueda no se hace a un
plano interno, sino que es frecuente que las planteen abiertamente, de forma
externa.
Aunque
existe mucha diversidad, la mayor parte de los adolescentes adoptados lo que
necesitan es tener toda la información que haya disponible sobre ellos, sobre
sus vidas, ya que se encuentran en una etapa en la que es esencial elaborar la
propia identidad, y en el caso de los menores adoptados se encuentran ante un
rompecabezas en el que faltan piezas esenciales. Muchos se sienten satisfechos
llegando a esta fase, teniendo incluso que aceptar que siempre habrá piezas
ausentes y que su rompecabezas nunca estará del todo completo. Sin embargo hay
otros que se pueden plantear algo más: el deseo de contactar o conocer a
personas significativas de su pasado. La mayoría de los adolescentes adoptados
se sienten cómodos sabiendo que esto será posible llegado el momento, que no se
le impide ni se rechaza, ya que la búsqueda de personas del pasado suele ser
una tarea más de la adultez que de la adolescencia.
Evidentemente,
estos temas se plantean de forma algo diferente según si la adopción ha sido
nacional o internacional. En la primera opción, se suele tener más información
y es más fácil acceder a estos datos si es necesario; en la segunda, la
información suele ser escasa y las posibilidades reales de encontrar a personas
o acceder a más datos son más improbables. Este hecho ha dado lugar a que a
algunos adoptantes les parezca más ventajosa la segunda opción, porque aleja la
posible preocupación sobre encuentros o contactos. Por el contrario, los
adoptados suelen encontrarse más cómodos en la primera, ya que tienen más
facilidad para elaborar su identidad y conocer su pasado, pues aunque puede que
nunca se movilicen para propiciar el contacto, saben que tienen la
posibilidad de hacerlo si lo desean.
Para
terminar, es importante saber que todo lo explicado anteriormente forma parte
de lo que se considera normal en la adopción. Del mismo modo, es importante
también insistir en la necesidad de abordar estas cuestiones en un clima de
afecto, comprensión y seguridad, no dar información falsa y tener claro que lo
que está en juego no son sólo datos sino, esencialmente, sentimientos e
identidad personal.
Fuente: www.psicomemorias.com/
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