Una mirada desde España
Adopciones fracasadas, ruptura en adopción, interrupción del proyecto adoptivo… Existen muchos términos para definir lo mismo: una adopción que finaliza con el niño o niña adoptado saliendo de forma permanente de una familia en la que se suponía que se iba a quedar para siempre. Sí, esto es algo que sucede, y más de lo que nos imaginamos.
¿Qué ha pasado para que este final, inesperado, tenga lugar?
Por Carmen Paniagua
Los primeros pasos: El camino hasta el encuentro
Antes de
nada, es importante ser conscientes del camino que cada parte ha recorrido
hasta llegar a la adopción.
Primero, un menor sufre grave negligencia, maltrato y/o abuso sexual en su familia biológica. Este menor tras un
proceso de valoración más o menos largo es retirado de su familia. Según la
edad que tenga irá a un centro de menores (los mayores de 7 años según la
legislación española actual) o a una familia acogedora de urgencia
(en caso de tener menos de 7 años). En función de si tiene o no otras
características, como las denominadas “necesidades especiales”, pasará más o
menos tiempo en estas medidas temporales. Por necesidades especiales se
entiende, en este ámbito, que el niño o la niña tenga más de 7 años, que forme
parte de un grupo de hermanos que haya que adoptar conjuntamente y/o tener
alguna enfermedad tanto física como psicológica.
Segundo, una familia (tradicional, homoparental,
monoparental o reconstituida), tras mucho pensarlo, deciden adoptar. En este
momento, se inicia una vorágine de trámites, papeleos y citas a distintas
instituciones y sedes. Según el tipo de perfil del menor que hayan solicitado,
estos trámites podrán durar más o menos tiempo. Según el mismo perfil, el menor
(o grupo de hermanos) para los cuáles se haya visto que esta familia es
idónea llegarán a casa antes o después.
Llegado el
momento, a la familia se le comunica que hay un niño que necesita una familia
con sus características, y al menor se le comunicará que va a ser adoptado. Es
importante tener claro en este punto que no se elige un menor para según qué
familias, sino una familia para según qué menor. Es decir, el origen de la toma
de decisión está en el menor, no en las familias.
El paso
siguiente es que ambas partes se conozcan. Según la edad y otras
características del menor este proceso será más o menos paulatino, con la
finalidad de que el niño y la familia se vayan conociendo antes de dar el gran
paso. Este proceso, y los primeros momentos, son evaluados por
profesionales de la psicología y el trabajo social que asesoran a la familia y
se aseguran de que la decisión tomada es la correcta.
Tanto
durante este proceso como después de él, sin esperarlo ni desearlo, algo ocurre
en la unidad familiar: la familia decide finalizar la adopción (pocos
son los casos en los que la decisión es tomada por el o la menor).
¿Qué ha podido ocurrir?
Debido a
la importancia de este fenómeno han surgido varias investigaciones para tratar
de encontrar qué factores pueden producir una ruptura. Y es que la clave está
en el plural: factores. Si algo tienen en común todas las
investigaciones realizadas es que no hay un único elemento que cause la
ruptura. Es decir, no tienen la culpa sólo los padres o los hijos, la ruptura
se produce por un cúmulo de acontecimientos que han tenido lugar de una forma y
en un momento determinados.
Así, podemos
distinguir los factores en tres grupos: características de los menores
adoptados, características de las familias que adoptan y características de la
intervención profesional. Sobre el tipo de adopción no existen datos
concluyentes, encontrándose en unos estudios cifras que arrojan problemas en
unas áreas que resultan positivas en otras investigaciones.
Sobre los adoptados
Nos
centraremos en las dos variables más asociadas con las rupturas en esta
sección: la edad del menor en el momento de la adopción y la presencia de
problemas comportamentales.
Respecto a
la edad, diversos estudios coinciden en afirmar que cuanto
mayor es el niño en el inicio de la adopción más probable es que ocurra una
ruptura. Esto no quiere decir que no existan adopciones de niños mayores
exitosas, de hecho, la mayoría de ellas son satisfactorias pues aunque existen
más rupturas que en las adopciones con niños más pequeños, estas cifras siguen
siendo pequeñas en comparación con el éxito. El hecho de que la edad sea una
variable fuertemente asociada se debe a que, con mayor probabilidad, un niño
que es adoptado mayor habrá pasado más tiempo con su familia biológica y en
centros de protección, lo que genera que haya sido expuesto más tiempo a
adversidades… y eso inevitablemente deja huella.
También es
frecuente encontrar problemas de comportamiento (conductas
agresivas, problemas con las normas y límites del hogar o contexto escolar,
etc.) como un factor de riesgo para la probabilidad de ruptura. Estos problemas
están relacionados tanto con la edad (son más frecuentes en la adolescencia)
como con las habilidades educativas de los adoptantes.
Sobre los adoptantes
En este
caso, la motivación para la adopción y las expectativas al respecto juegan un papel esencial.
Se ha encontrado que en muchos casos de adopciones fracasadas los adoptantes
tenían una motivación centrada en el deseo adulto (“Quiero adoptar porque
quiero ser padre” o “Quiero adoptar para darle un hermanito a mi hijo”) más que
en las necesidades de protección del menor. En cuanto a las expectativas,
aquellas menos realistas y flexibles están más relacionadas con la aparición de
dificultades. Si crees que el niño que venga a tu casa va a ser perfecto, sin
ninguna secuela de su pasado adverso, es más probable que te desilusiones y
aparezcan los problemas.
Otras
variables fuertemente relacionadas han sido los estilos y
capacidades educativas de los adoptantes. Progenitores que
establezcan relaciones frías, que se muestren rígidos e inflexibles ante los
problemas o se vean sobrepasados por éstos hace que aumenten las probabilidades
de ruptura.
Relacionado
con lo anterior, la preparación para la adopción resulta
fundamental. Aquellas familias bien formadas suelen ajustar sus expectativas
durante dicha formación, además de recibir consejos sobre qué hacer en aspectos
claves de la educación de un hijo o hija adoptado.
Sobre la intervención profesional
A este
nivel, resulta fundamental el nivel de competencia profesional de los
técnicos que se encuentran en distintos momentos del proceso adoptivo: su
formación, supervisión, las herramientas profesionales que usan, las
condiciones de trabajo, la estabilidad de los equipos, etc.
También la
existencia y calidad de servicios de post-adopción, así como el uso que
hacen de los mismos las familias. En muchos casos se encuentran que acuden a
los profesionales cuando la ruptura ya casi es inevitable.
¿Cómo de frecuente es?
Es difícil arrojar cifras claras sobre este tema
debido a las distintas características de los estudios que existen. La mayoría
de las investigaciones se han realizado fuera de nuestro país, donde el sistema
de protección es distinto y a veces es difícil extrapolar sus resultados a nuestra
realidad. Además, algunos estudios se realizan sobre sólo unos tipos de
adopción concreta obviando el resto.
Aun así,
podemos reflejar algunos datos: desde el 20% encontrado por Rushton en 2004
hasta el 3% encontrado por Selwyn. En nuestro país, Berástegui en su estudio
centrado en la adopción internacional realizado en 2003 encontró una tasa de
fracaso del 1.5%.
Como hemos
mencionado, las cifras son confusas y es necesario conocer los estudios a fondo
para encontrar el motivo de las diferencias. En cualquier caso, todas ellas nos
muestran un dato en común: no se trata de un fenómeno
marginal. Es una realidad que, en nuestro país, cada vez es mayor
debido a que los menores adoptados durante el boom de la adopción están
llegando actualmente a la adolescencia, la edad en la que más fracasos se
producen.
¿Qué pasa después?
La ruptura
deja grave secuelas tanto en los niños como en los progenitores. Para los
primeros es especialmente doloroso, pues como mínimo es la segunda familia de
la que se tienen que separar, surgiendo así sentimientos de culpabilidad
erróneos y un gran malestar psicológico que puede ser tan elevado que les lleve
hasta tener conductas autolesivas.
Estos
niños vuelven a entrar en el sistema de protección infantil.
Si tienen la suerte de ser pequeños, pueden volver a ser adoptados o acogidos
por otras familias con mayor probabilidad que si son mayores, siendo en
ocasiones estas familias las definitivas y estables. En otras, los niños pueden
encontrarse tan dañados que vuelvan a sufrir una ruptura. Por otro lado, puede
que nunca más encuentren una familia, porque llegados a este punto ni la
desean, y se pasen su vida en centros de protección esperando cumplir la
mayoría de edad.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Como investigadores,
estudiar esta realidad en nuestro país, conocer las características y dinámicas
que provocan la ruptura para tratar de evitarla o, en caso de que sea
inevitable, hacerla lo menos dolorosa posible.
Como profesionales,
formarnos más y mejor, dentro de las condiciones de trabajo que existen.
Conocer las señales de alarma así como no dejar pasar claros indicadores de que
algo no está marchando bien.
Como adoptantes,
ser sinceros con nosotros mismos durante las valoraciones y formación. Aceptar
nuestras dudas y puntos débiles, consultarlos con los profesionales y no esconderlos.
Si no estamos preparados (aunque nuestra pareja lo esté y aunque el proceso
esté casi finalizado), es mejor parar el proceso y pensarlo más detenidamente
que seguir adelante. Una vez seamos padres adoptivos, acudir a servicios
específicos de la adopción, continuar formándonos para saber, por ejemplo, cuál
es la mejor forma de abordar el pasado de los menores.
Para saber más
- Un artículo sobre los factores de riesgo: Coakley, J. F. & Berrick, J. D. (2008). Research review: In a rush to permanency: Preventing adoption disruption. Child and Family Social Work, 13, 101-112.
- En prensa: Adopciones truncadas (El País), Cuando la adopción termina en reabandono (ABC), Los hijos adoptivos del fracaso (El Correo).
- Una película: La Vergüenza de David Planell.
[Fuente: http://www.psicomemorias.com]
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