La realidad de los niños que son “devueltos”
por las familias que los acogieron
Son numerosas las personas que en
la actualidad optan por crear un vínculo familiar con niños o lactantes que
permanecen en centros del Servicio Nacional de Menores o residencias a lo largo
del país. Si bien el proceso de adopción es un tanto engorroso y puede durar
varios años, sólo en 2014, de acuerdo a un balance realizado por parte del
Sename, existieron un total de 590 enlaces que resultaron efectivos. ¿Pero qué
ocurre cuando el proceso falla?
Si bien a nivel nacional esta realidad arroja porcentajes bastante bajos,
una familia adoptiva sí puede “devolver” a un menor o joven, tanto en el
proceso de conexión, como cuando ya son parte de un hogar. ¿Las razones? Estas
pueden ir desde desajustes conductuales por parte del adoptado que pueden
alterar el funcionamiento familiar o padres que se pueden ver sobrepasados por
ciertas situaciones.
EL DOBLE RECHAZO
En Chile existen diversos centros de acogida que precisamente reciben a
lactantes o niños que por diversas razones no se mantienen con sus padres
biológicos, ya sea tras acreditarse la inhabilidad de éstos o por la
vulneración de los derechos de los pequeños. Es allí cuando enfrentan el primer
rechazo.
Para que un niño llegue a ser susceptible de ser adoptado debe superar un
extenso proceso acompañado de un equipo multidisciplinario que vela por
encontrar un lugar definitivo. Si bien se va a juicio para acreditar que los
papás por diversos motivos no están en condiciones para mantener a los menores,
siempre se opta por entregar la tuición de éstos a familiares que cumplan con
ciertos requisitos.
Si nadie apela a dicha medida ante la Corte, la unidad de adopción inicia
un proceso desarrollando una serie de informes con las características del
menor con el objetivo de encontrar una familia, pareja o particular idóneo a
las necesidades y realidades de ambos. A partir de este punto es que se
comienza a desarrollar un cuidadoso trabajo de vinculación con el nuevo hogar.
Para la psicóloga Consuelo Acevedo, quien se desempeña en una residencia
para lactantes y preescolares, son pocos los casos que se pueden dar de adopciones
fallidas debido al trabajo previo que se lleva a cabo y donde el riesgo de
fracasar es menor.
Según relata la profesional, situaciones como éstas pueden ocurrir muchas
veces por “el tiempo prolongado de institucionalización del niño y que puede alterar
el funcionamiento familiar o el rechazo de éstos a los padres, ya que
recordemos que han sido vulnerados en sus derechos y existe cierto temor a que
las malas experiencias puedan volver a ocurrir. El daño emocional también
influiría en poder involucrarse sanamente con los nuevos padres. Es por eso que
se abordan diversos aspectos con ellos para que no se vean sobrepasados con
estas situaciones”.
LA EDAD MUCHAS VECES IMPORTA
Pero el “rechazo” no sólo se puede dar cuando un pequeño ya es adoptado,
sino que se trata de una realidad previa al proceso de conexión con una
familia. La edad muchas veces significa un “coto” a la hora de poder tener un
hogar.
De acuerdo a las estadísticas, los lactantes son los más cotizados a la
hora de concretar una adopción. ¿La razón? Según explica Acevedo se debe a que
“los bebés no tienen daños de institucionalización” a diferencia de un niño que
ha vivido por aproximadamente 6 años en un centro del Sename.
La otra “ventaja” es que no tienen recuerdos o desarrollado el sentimiento
de apego a la familia biológica. “Las personas buscan criarlos desde chicos y
entregarles un nuevo ambiente donde ellos se puedan adaptar fácilmente”.
Un niño ya es considerado “grande” para este proceso a aproximadamente
los cinco años, es por eso que se otorga la preferencia a extranjeros, quienes
también buscan perfiles diversos.
En ese sentido y con el objetivo de dar respuesta al deseo y derecho de
vivir en familia es que Chile se relaciona con diversos países mediante sus
organismos para intervenir en el programa de adopción, tales como Bélgica,
Francia, Noruega, Italia, Alemania y Nueva Zelanda.
En declaraciones realizadas por la directora del Servicio Nacional de
Menores en Bío Bío, Rina Oñate, si bien se han agilizado durante el último tiempo
las adopciones, los chilenos continúan prefiriendo los menores a la hora de
adoptar.
“Actualmente la mayoría de las
parejas chilenas lo hace de cero a dos años, son los matrimonios extranjeros
los que hoy día están adoptando a niños mayores, es decir con una media de edad
de 6 años. De tal manera que son muchos los niños chilenos que se están yendo
al extranjero, que están siendo educados por extranjeros. Eso debe marcar una
preocupación para nosotros como país”, sostuvo.
Un caso diferente fue el de Doris Aguilera, quien luego de un proceso de
nueve meses, sí, tal como si ella los hubiese gestado, logró adoptar a dos
hermanitos de 4 y 5 años. Según lo explicado por esta madre, muchas veces es el
temor el que aleja a las parejas de elegir a niños mayores de 3 años.
“Simplemente tienen que perder el
miedo. Pasamos las mismas dificultades que todos los papás. No es fácil, pero
una vez que lo superas, todo es maravilloso”, apuntó.
EL VACÍO LEGAL
¿Qué ocurre cuando hay un fracaso adoptivo? ¿Quién protege a los menores
cuando éstos son “devueltos” por las familias? Actualmente la legislación
chilena no contempla expresamente este tipo de casos. La Ley de Adopción N°
19.620 en su artículo 38 sólo faculta al adoptado para solicitar la nulidad del
proceso en caso de que éste haya sido obtenido de manera ilícita o fraudulenta,
pero la adopción es irrevocable.
Si la familia desiste de la idea del enlace previo a que se dicte la
sentencia de adopción, no existen mayores inconvenientes desde el punto de
vista legal, sino que más bien todo se vuelve un retroceso y el equipo
multidisciplinario nuevamente debe buscar un hogar estable para el menor. A su
vez este matrimonio que desistió, podría volver buscar un nuevo niño pese a que
se tornaría un tanto más complejo el proceso.
En caso de que la justicia falle a favor de la adopción y que las
personas se arrepientan previa a la inscripción del pequeño, momento en el cual
se concretan todos los efectos de la “nueva vida y familia”, se debe informar
al tribunal para que dicha diligencia no se efectúe.
En tanto, si el fracaso se produce de forma posterior a todos los
trámites legales y cuando el matrimonio ya lleva un tiempo con el menor, se
puede recurrir a la cesión voluntaria, instancia donde los padres dan a conocer
su intención de entregar al pequeño en adopción. Si no se contempla esta
medida, se trabaja entonces en nuevos informes para declarar al niño como
susceptible de ser adoptado con la idea de hallar prontamente otra familia.
Pese a ello, si se manifiesta la idea de “devolución”, existe la
intervención de trabajadores sociales y psicólogos, quienes siguen durante un
tiempo el proceso de las familias. La idea es recurrir a estos profesionales
para superar eventuales conflictos.
Cabe destacar que al momento que se concrete el fracaso, el adoptado ya
no podrá permanecer en dicha casa, por tanto se deberá solicitar una medida de
protección para que éste pueda ingresar nuevamente a un centro del Sename o
residencia de protección.
Así también lo explica la psicóloga Consuelo Acevedo, quien sostiene que
es la unidad de adopción quien posteriormente se hace cargo del caso, siendo
resguardados con medidas tanto por parte de tribunales como de los programas
del Servicio Nacional de Menores.
Posterior a ello es que se comienza a desarrollar “un trabajo reparatorio
con el niño afectado”. Pese a ello la profesional recalca que “un menor no está
bien en un hogar debido a sus efectos negativos en el área psicológica. La idea
es generar un lazo con una familia lo antes posible“.
Por su parte el abogado Juan Paulo Muñoz, quien se desempeña en
Tribunales de Familia, aseveró que si bien no le ha tocado presenciar casos de
fracasos adoptivos, efectivamente no existiría alguna normativa o ley que
proteja a los menores en caso de ser devueltos.
De acuerdo a las últimas cifras emanadas desde el boletín estadístico de
niños/as y adolescentes del tercer trimestre de 2014, son un total de 737 los
menores a nivel país que esperan por unos padres. Pequeños que muchas veces han
sido violentados, que han sobrevivido a la crudeza de enfrentar una vida solos
y que más allá de grandes lujos, sólo esperan poder acceder al derecho
fundamental de cualquier persona: ser amados y tener un hogar seguro.
Fuente:
http://www.biobiochile.cl/
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