lunes, 10 de agosto de 2015

Construir el tiempo perdido

por Montse Vázquez

Educar, habitualmente, es acompañar en el proceso de desarrollo social, emocional y cognitivo de nuestros hijos. Una ardua tarea, como cualquier padre o madre responsable sabe bien.
Pero en el caso de los niños adoptados, educar significa también restaurar, edificar, afianzar.

Cuando un pequeño es lanzado al mundo sin el abrigo del amor parental, el frío puede ser muy doloroso. La falta de atención adecuada o suficiente propia de muchas instituciones coloca a los pequeños al borde del abismo. Los supervivientes conservan las cicatrices del proceso. Algunas para siempre.

Y después llegamos nosotros.

Explicar a los niños cómo llegaron a nuestras vidas es una de las claves de la construcción familiar. Y uno de los puntos fuertes de atención para todas las familias adoptivas. Enseñamos a nuestros hijos todo lo que podemos acerca del proceso, de su búsqueda, de su llegada al clan, al hogar, a nuestras vidas.
Cuando el desarrollo de las familias adoptivas es normal, los niños crecen con los detalles de su historia presentes de forma sencilla, abierta y asequible. Ven las fotografías de su casa cuna u orfanato, del día del encuentro, de la primera vez que los sostuvimos en brazos... del viaje a casa. Y se convierte en su historia.


No en vano, la mayoría de los padres y madres adoptantes trabajan para que ese momento sea algo asumido y normalizado. Sin dejar para un futuro incierto las revelaciones novelescas de los orígenes, sin permitir que los secretos se instalen y empañen la confianza.

Sin embargo, hay otro proceso fundamental que es imprescindible y sin embargo, no se le presta la suficiente atención. Quizá, porque es más difícil de afrontar. Se trata de la construcción del tiempo perdido: el periodo de vida anterior a nosotros.


Cuando los niños biológicos crecen, les encanta que les hablen de su nacimiento. Recrear su llegada al mundo, sus primeros momentos, sus balbuceos iniciales y cómo a sus padres se les caía la baba con sus monerías. A los niños adoptados les hablamos de su llegada a nuestra vida: cómo les buscamos, cómo les deseamos, cómo eran cuando les vimos, sus gracias, sus sonrisas, nuestra emoción...

Es un proceso positivo y necesario. Un parte básica de su historia personal. Pero no la única. Los niños nacieron para el mundo antes de hacerlo para nosotros. Hay toda una enorme parte de su vida de la que nosotros no fuimos partícipes. Desde el momento de su concepción, su desarrollo intrauterino, su nacimiento...hasta llegar a casa. Un periodo del que a veces no tenemos ningún dato fehaciente, ningún detalle. Y sin embargo este periodo es de una enorme importancia para la construcción de la propia identidad. Los niños necesitan saber acerca de esa parte de su vida: cuando estaban en la barriga de su madre biológica; cuando nacieron; y todo ese tiempo en el hospital, el orfanato, la familia de acogida...

A veces, insistimos tanto en el aspecto adoptivo de su vida, reforzando el momento de encuentro y todo lo que comentaba más arriba, que conseguimos que nuestros hijos se confundan: no tengan conciencia clara de su origen biológico. El hijo de una querida amiga llegó a pensar que procedía de un huevo.

Quizá parezca irrelevante ofrecer a los niños datos sobre esta parte de su vida que parecen no recordar. Sin embargo, observando a los pequeños, podemos encontrar las claves que nos muestran que están necesitando esa información. En los dibujos de una pequeña adoptada de cuatro años, solía reproducir una cuna. Y dentro de ella..nada: garabatos negros que se repetían una y otra vez. El bebé que ella misma representaba no tenía una imagen en su mente. No había adquirido entidad alguna. Nadie le había hablado de aquella parte de su pasado.

Todos los seres humanos tienen derecho a su propia historia. Con sus luces y sus sombras. La de nuestros hijos adoptados tiene algunos aspectos muy difíciles de abordar. En algunos casos, extremadamente difíciles.Recrear para ellos el tiempo perdido no significa enfrentar a los pequeños a los demonios de un pasado terrible. Significa construir para ellos una memoria vital en el que todos los procesos por los que han pasado queden recogidos. Pero siempre  a la medida de sus necesidades, de sus posibilidades y de su conveniencia.


Necesitan saber que estaban en la barriga de una mujer: una madre biológica que hizo su parte del trabajo. Que durante el embarazo fueron una lentejita, un garbancito, un muñeco "barriguitas" y finalmente un bebé. Que nacieron de un parto. Que eran pelones o peluditos; que al principio tenían los ojitos cerrados y los puños apretados. Que sus deditos eran diminutos y preciosos. Que alguien los cuidó, les abrigó y les alimentó. Que se tomaban sus biberones de un trago. Que se hacía pis en el pañal.

Necesitan saber de su vida en el orfanato. De sus carreras con el taca-taca. De sus compañeros de cuarto, sus cuidadoras, sus juguetes favoritos. De sus primeros pasos y su primer diente, de cuando aprendieron a usar el orinal...

Todo eso es su historia. Una historia que para un niño pequeño representa un elevado porcentaje de tiempo. Y de emociones.


Y no sirve decir que los niños no recuerdan esos momentos. El refugio de la falta de memoria es una trampa muy peligrosa. Nos puede impulsar a permitir que los niños crezcan llenos de huecos. De silencios y negruras que se traducen en inseguridad y pérdida.

La gran pregunta es... ¿cómo construyo para mi hijo una parte de su vida de la que no tengo datos?

Con sentido común. Lo que los niños necesitan no es tanto tener muchos detalles exactos, como la oportunidad de reconocerse en esos momentos. De poner en su sitio todas las fechas de su corta pero cambiante y difícil vida. Contarles lo que seguro que ocurrió, los hechos que siempre se repiten en cada uno de nosotros. Porque ellos también fueron fetos, nacieron y fueron preciosos y maravillosos bebés que olían a puro y merecían ser amados. Y tienen derecho a escucharlo. Aunque nosotros no estuviéramos allí. 

Esta recreación tiene además otra función importantísima: hablar de ese tiempo con cariño crea para los pequeños una sensación positiva de esa etapa, sin empañarla de tristezas, carencias, miedos y rencores. De sus deprivaciones y las partes oscuras de su historia ya nos ocupamos nosotros. Ellos merecen saber que eran bebés maravillosos y dignos de amor y afecto. Incluso, por supuesto, antes de llegar a casa.

Yo, a mi hija, le escribí un cuento contando todo lo que ella necesitaba saber. Y su expresión al escucharlo fue inolvidable. La posibilidad de tener el cuento en las manos, de manejarlo y explorarlo a su aire lo convirtió en una estupenda herramienta. Acude a él y a otros que le he ido escribiendo, cuando lo va necesitando. A veces conmigo o su padre, a veces a solas. Y piensa, analiza, pregunta, explora y reconoce su pasado antes de mi. Tranquilamente y sin presiones.  Es el maravilloso valor terapéutico de los cuentos. 

Un cuento para construir, en esta ocasión, el tiempo perdido. Un paso más en la construcción de una identidad saludable y completa para nuestros niños.

7 comentarios:

  1. que lindo!!! mi marido y yo también queremos hacer un cuento cuando sepamos su historia, no queremos dejar nada fuera, ir contando de a poco en palabras que una niña pequeña pueda entender pero sobretodo lo amada y esperada que era por nosotros, su familia...

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  2. A mi hijo le hice un cuento que él mismo tituló "de cuando queríamos tener un bebé", que es lo que vivimos con él durante el proceso de adopción, y le encanta. Pero qué contarle de su vida anterior?, valen las "mentiras blancas"?

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    1. Ninguna mentira es aceptable, porque tu hijo merece la verdad y tiene derecho a ella. Cuéntale lo que sepas, de lo que tengas certeza. Sobre el resto puedes suponer cómo fue y puedes decirle que es lo que tu crees, te imaginas, lo que piensas que es más probable ("me imagino que ella debió cuidarte durante el embarazo, porque se preocupó que tuvieras una familia que te cuidara y quisiera. Ella también debió quererte e hizo lo que pensaba era lo mejor para ti")

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    2. A los niños se les enseña a través del ejemplo. Decir mentiras, por bien intencionadas que sean, puede inducir a que los vínculos y los lazos se fragilicen. Una cosa es que las historias sean dolorosas y otra cosa es encontrar las palabras para narrarlas. Sugiero que con la ayuda de la fundación que ha patrocinado el proceso adoptivo puedas encontrar las palabras que permitan recuperar aspectos de su historia y que hacen parte de su identidad, derecho que debemos proteger tanto como los otros que los niños y niñas tienen desde que nacen.

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  3. Con mi hijo, el cual adoptamos a los 15 años, hicimos un juego al que llamamos " Me hubiera gustado..." donde completábamos esta frase una vez cada uno...
    Comence con algo ligt como ... me hubiera gustado llevarte por primera vez al jardin...
    y el rompio el hielo... con me hubiera gustado que me hagas upa (que me tengas en brazos)....
    y asi quede por mas de dos horas disfrutando a mi hijo en sus recuerdos....como si me llevara de la mano en una visita guiada en su vida pasada.... es la primera vez que vi en sus ojos una chispa de luz...y comprendi que su mama biologica me habia pasado la posta... que debia seguir lo que ella empezo... fue muy sanador para ambos...


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    1. Hermosa experiencia, gracias por compartirla. Ésta es una actividad que pueden repilcar todas las madres y padres con sus hijos, independiente de la edad de adopción, fortaleciendo su vínculo afectivo, ya que con ella aceptan su historia y muestran respeto por su familia de origen, que es parte de él/ella, y acogen sus deseos, dolores y fantasías, ofreciendo contención y cariño para sanarlos.

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