¿Por qué las personas deciden adoptar y cuáles son sus expectativas?
Las personas adoptan porque son adultos que quieren ser padre
y/o madre de un niño o de una niña que necesita una familia. Sus expectativas
son las de cualquier padre o cualquier madre; ser felices y hacerlo lo mejor
posible. Habitualmente, y sobre todo en el inicio del proceso, no tienen
conciencia de que van a adoptar a un niño o niña víctima de abandono y
normalmente víctima de situaciones muy desfavorecidas (malos tratos,
negligencia, institucionalización…), y todas ellas en edades muy tempranas.
Desconocen el alcance de estas vivencias y las consecuencias y secuelas que
tienen en el desarrollo de los niños, en su personalidad, en su integración, en
la convivencia, en sus relaciones con adultos e iguales. Por ello, normalmente,
el choque entre las expectativas de los adoptantes, más o menos ideales, y la
realidad del niño es fuerte y provoca a menudo dificultades, temores,
disgustos, conflicto, angustia y desazón. Afortunadamente, la mayor parte de
las situaciones se resuelven favorablemente. Los niños y niñas mejoran
muchísimo, se podría decir que florecen. No en vano la adopción es la medida de
protección que mejores resultados ofrece, teniendo en cuenta que a ella llegan
los niños y niñas con peores condiciones de desprotección.
En general, una vez superado, las familias valoran la
importancia y necesidad de este periodo de incertidumbre y lo evalúan
positivamente a la luz del resultado, aunque reconocen que es más dura de lo
que se habían imaginado y que cuando tomaron la decisión no tenían ni idea de
las dificultades con las que se encontrarían, registrando que un apoyo experto
prepararía para esta etapa, aclararía dudas y temores y ofrecería contención,
guía y seguridad.
Pese a esas dificultades, las adopciones que terminan en un “reabandono”
(pues no existe la posibilidad de “devolver” al niño), son muy pocas. Las
investigaciones hablan de algo más de un 1% en los adoptados antes de los tres
años, y de un 7% aproximadamente en los casos de adoptados mayores de 7 años.
De todos modos, es posible que existan cifras no registradas de estos casos. En
Europa hablan de un porcentaje de fracasos de entre el 10% y el 15%,
posiblemente debido a que éste es un destino de niños de más edad, aquellos que
no han podido ser ubicados en familias de su país de origen y presentan mayor
dificultad para un proceso de enlace de adopción. En cualquiera de los casos, la
adopción muestra menos fracasos que en otras medidas de protección. Pero es muy
probable que las adopciones fracasadas, truncadas o conflictivas aumenten en
los próximos años y es conveniente que empecemos a estudiar la situación y
proyectar soluciones adaptadas al proceso adoptivo.
¿Cuáles son los
factores que habitualmente dificultan o impiden una buena integración?
Un predictor de éxito claro es tener expectativas realistas.
Se adoptan niños y niñas víctimas de abandono, maltrato o negligencia, y ésa es
una experiencia que necesariamente deja secuelas importantes en el desarrollo y
en la personalidad del niño o niña afectada. Otro predictor importante de éxito
es el haber dispuesto previamente a la adopción de información realista y de
formación especializada y específica sobre la realidad del niño adoptado, su
especial proceso de integración y las dificultades previsibles. Igualmente
importante es la apertura hacia las especificidades de la condición adoptiva del
hijo o hija, el ser capaces de acompañarle en su proceso de comprensión de su
pasado, sus orígenes, los motivos de su desvinculación a la familia de origen y
la búsqueda de respuestas propia del adoptado.
Otros predictores tienen que ver con el estilo parental y las
capacidades que los adoptantes puedan tener. Su capacidad para afrontar
dificultades, situaciones de estrés, la revelación y búsqueda de orígenes. En
ese sentido, como en todas las familias, es importante haber tenido una
historia personal en la que predominan las experiencias de apego seguro y por
tanto el disfrute de las capacidades que dicho estilo de apego conlleva
(seguridad, confianza, empatía, autocontrol y autorregulación, autoestima
positiva, sociabilidad, capacidad de disfrute, iniciativa…).
Estos y otros factores que se evalúan en el proceso de
idoneidad son relativos al o a los adoptantes, pero también los hay relativos
al adoptado: la dotación biológica del niño (su fuerza y resistencia personal),
la edad en cuanto cantidad de tiempo expuesto a condiciones adversas de
maltrato, negligencia e institucionalización; la calidad de los cuidados
protectores habidos antes de la experiencia de abandono y de adopción
posterior; el haber disfrutado de alguna figura de apego seguro anterior... La
gravedad de las secuelas es otro predictor importante, pues hay menores cuyo
daño emocional lastra gravemente su desarrollo y su salud mental, y por tanto
se tratará de niños más difíciles de integrar a la nueva familia.
Para finalizar, no hay que olvidar factores de carácter
social y comunitario que tienen que ver con la oferta de ayuda y apoyo
especializado y específico (cuando sea necesario) tanto a los niños adoptados
como a sus familias. El hecho de que una comunidad disponga de profesionales
conocedores de los procesos de abandono/adopción y que sepan acompañar a los
adoptantes, a los enseñantes de estos niños (que tampoco lo tienen fácil) y que
se pueda acudir a ciertos recursos de ayuda y orientación minimiza también los
fracasos. Algo fundamental son también los grupos de autoayuda de adoptantes
donde pueden intercambiar experiencias y recursos de todo tipo.
Por todo ello, las familias adoptivas necesitan más
comprensión y más apoyo de la comunidad para sacar adelante a sus hijos.
Necesitan enfrentar el daño en sus hijos. Necesitan formación específica para
abordar la crianza de sus hijos, para abordar el trabajo sobre la condición
adoptiva y ayudar a sus hijos e hijas a comprender y elaborar su historia. Necesitan
enseñantes y comunidades escolares capaces de no discriminarles e integrarles
satisfaciendo sus necesidades educativas especiales. Necesitan servicios de
postadopción que les faciliten el proceso de integración de sus hijos a nivel
personal, familiar, escolar y social y les ayuden a abordar las especificidades
de la adopción (revelación, diversidad de las familias, aceptación de las
diferencias, búsqueda de orígenes). Así mismo como necesitan grupos de
autoayuda donde compartir experiencias con otros adoptantes, adoptados o
donantes.
Los programas de
postadopción
A partir de esto, un buen programa de postadopción fundamentalmente
tiene que ser un recurso accesible para las familias adoptivas, para los
adoptados e, incluso, considerar de algún modo el abordar las situaciones de la
familia biológica. Debe potenciar la autonomía y responsabilidad de las
familias adoptivas y orientar a cuantos otros profesionales y recursos
comunitarios precisaran de ayuda para integrar mejor a los adoptados. No
solamente adopta la familia adoptiva, también lo hace la comunidad escolar a la
que se integra la familia, la familia extensa, la comunidad en la que
participan. Debería así considerar también una dimensión social y comunitaria,
en la línea de promover cambios en la forma en que la comunidad de pertenencia
concibe la adopción. Estaría bien que fuera un recurso con capacidad para
desarrollar intervenciones en situaciones de crisis que pudieran vivir las
familias y los adoptados, tanto al interior de la familia como en la comunidad.
Respecto a los contenidos del apoyo postadopción, tres áreas
parecen particularmente relevantes. Lo que la mayor parte de las familias que
recurren a estos servicios necesitan es un asesoramiento que les ayude a
entender mejor determinados comportamientos de sus hijos o hijas, así como a
hacer frente de manera más eficaz a las distintas situaciones que la adopción
puede traer consigo. En segundo lugar, está toda la temática relacionada con la
comunicación sobre adopción y, eventualmente, con la búsqueda de los orígenes,
donde el trabajo de mediación es fundamental. En tercer lugar, algunas familias
–sin duda, una minoría comparadas con lo anterior– necesitarán ayuda
terapéutica, sea para adoptantes, sea para adoptados, sea –más frecuentemente–
para el sistema familiar en su conjunto. Cuando esta necesidad se plantea, los
temas de apego suelen tener un protagonismo especial. Tanto si los
profesionales que con ellas trabajan están en servicios generales o
especializados, la ayuda que las familias adoptivas necesitan sólo puede
prestarse adecuadamente conociendo sus peculiaridades, así como las necesidades
y los rasgos específicos que presentan.
Extracto del
dossier: Necesidades de apoyo de las familias adoptivas
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