Asha Miró
Por Verónica
Siredey
Autora de
“La hija del Ganges” y “Las dos caras de la luna”
Nacida en
India y adoptada a los siete años por un matrimonio español, Asha Miró se ha
convertido en una verdadera portavoz de la adopción, derribando mitos y
abriendo caminos sobre un tema que muestra generosamente desde su propia
historia. Una vida que ha sido contada en más de una autobiografía y
documental.
Al
conocerla, lo primero que se ve es una comunicadora innata, pero ella confiesa
que de pequeña tuvo muchas dificultades: “No aprendía a hablar nunca. Me daba
una vergüenza horrible. Y ahora de mayor se me da fácil, pero tuve que superar
ese miedo y empezar a contar cosas”, explica Asha Miró.
¿Qué era lo que te pasaba?
Cuando
llegué a Barcelona en 1974 había muy poca gente de color. Imagínate lo que es
una ciudad llena de gente y tú eres el diferente. Me pasé desde pequeña hasta
adolescente y más, contando que estaba ahí porque era adoptada. Entonces hablar
de adopción era muy feo, se miraba con desprecio. Pero poquito a poco hemos ido
pasando del desprecio, del pobrecita, a hoy que la gente te dice qué suerte
tuviste.
Asha ha sido
testigo del cambio social que ha significado empezar a mirar la adopción de
otra manera: “Pasar del paternalismo a decir es una segunda vía. Y es lindo ver
como es posible la transformación”.
En 1996,
cuando tenía 27 años, empezó a contar su historia. Se dio cuenta que muchas
personas sentían la necesidad de escuchar sobre un tema que no sólo era
interesante, sino necesario: “Fue como un resurgir de la adopción. Hubo
personas que me escuchaban y decían, ella está diciendo algo que me interesa,
algo que yo necesito saber.”
A diferencia
de aquellos tiempos, hoy en España la adopción es una palabra común entre las
clases económicas acomodadas. “Se pueden encontrar familias hasta con cinco
niños adoptados y es algo normal, cotidiano”, dice.
¿Llega a ser tema en algún momento?
Empieza a
ser tema en la adolescencia, pero por ejemplo, los compañeros de mi hija saben
que es adoptada. Quieren saber un poco más y le preguntan por su vida. Lo
bonito es que los maestros hacen que nuestros hijos sean los protagonistas de
sus propias historias, que las cuenten ellos mismos, sin miedo, con aceptación.
Y eso, para nosotros como papás es maravilloso, porque una palabra que era anti
todo, ahora está integrada, asimilada, querida. Queríamos que fuera una persona
normal, y lo es.
¿Qué te animó a contar tu historia?
Todos
necesitan buscar su lugar en el mundo. El año 95 había terminado la carrera de
magisterio y me propuse volver a la India, quedarme con la gente, con las
mujeres maltratadas con látigo. Pero, en ese viaje me di cuenta que mi lugar en
el mundo era Barcelona, ahí tenía mis raíces, mis amigos, mi familia. Pero
cuando volví lo hice con otro matiz, asumí que tenía que abrir un tema que
hasta entonces estaba escondido. Empecé a contar, me acerqué a los papás que
estaban en proceso de adopción. Para ellos poder contar con mi historia, mi
tiempo era un regalo. Llegué a sacar hierros y miedos, a decirles que sus hijos
iban a tener que pasar por un proceso de adaptación cultural. En el fondo, yo
podía verlos y decirles que tenían que darles a sus hijos todas las
posibilidades y herramientas para que triunfaran y fueran personas adaptadas,
que se sintieran bien con su historia, su pasado y su presente.
Tus padres fueron unos adelantados a su época.
Fueron
pioneros. Son unas personas maravillosas y fascinantes. Imagínate en 1974, la
burocracia, los abogados, los papeles en India y Barcelona. Era incomprensible.
En esa época en España era difícil y en India, incomprensible. Mis papás
tuvieron que estar ahí luchando contra las opiniones de la familia, los amigos
y de todos los que los rodeaban. Adoptarme con 7 años, era una locura. Fue
romper todos los esquemas.
¿Cómo surge la necesidad de saber más de tus
orígenes?
Con mis
papás la adopción fue siempre un tema muy natural, muy cotidiano y hemos
hablado de la adopción como algo real, normal y abierto, sin tabúes ni miedos.
Con esa sinceridad del yo sé esto y hasta aquí te cuento. Esta es la
información que tengo. Mi mamá buscó información con las monjas, pero
obviamente yo necesitaba saber más y por eso decidí emprender el viaje.
¿Cuándo se plantean esas inquietudes?
En la
adolescencia necesitas volver. En mi caso, en mi familia, siempre tuvimos en
mente volver a la India. Pero los años van pasando y siempre hay una excusa
hasta que finalmente un día dije, voy.
Quería
volver, pero no como una turista cualquiera.
¿Qué necesitabas saber?
Necesitaba
devolver todo lo que había recibido. Llegar ahí, mostrarles que era maestra,
que le enseñaba a muchos niños y, por sobre todo, necesitaba descubrir mi
identidad india, mis genes, poner en lugar cada recuerdo, saber si eran reales
o imaginarios, darles color y forma. Colocar mi pasado en orden. Y lo mismo que
me pasaba en Barcelona, me pasó en la India. Todo el mundo me veía extraña. Fue
muy duro.
¿Qué es lo que más duele?
Te tienes
que volver a reafirmar. Se supone estás en tu país de origen y sientes que no
eres de ahí. Pensaba, soy india, tengo esta piel, estos sentimientos, tengo 20
años y mi forma de ser, de hablar, ha cambiado.
¿Sentías que no eras de aquí ni de allá?
Muchas
veces. En Barcelona me miraban porque tenía un color de piel diferente y en
India porque a pesar de ser parecida, les parecía distinta. Pero sobre todo,
cuando contaba mi historia de adopción en Barcelona me decían ay, pobrecita,
mientras que en India, eres muy afortunada. Me impresionaban las distintas
percepciones para una misma realidad. Me di cuenta que al final no pertenecía a
ninguna parte, porque somos ciudadanos del mundo.
En india te
entrevistaste con una de las monjas que te había criado y ella no te quiso dar
la identidad de tus padres ¿Cómo lo tomaste?
Ella me dijo
que yo era hija del Ganges y con eso me tenía que quedar. Que no me preocupara,
que era muy afortunada y que tenía un futuro maravilloso por delante. Me lo
dijo desde el cariño, lo acepté y confié en ella. Por eso el título del libro,
Hija del Ganges.
En el año
2003 Asha se preparaba para volver a India a grabar un documental basado en su
libro cuando se enteró por mail que tenía una hermana. La noticia la impactó,
pero el consejo de sus padres fue dejarse llevar por su corazón: “Si decides
buscar a tu hermana, pues dale; sino, no pasa nada”.
Ya en India
buscó a su hermana y la encontró. Ella era lo quedaba de su familia de origen:
“Y reconstruí mi vida, mi historia y mi pasado. Una historia preciosa, de amor,
de entrega, de dedicación de mi papá”, recuerda, él sabía que al morir su madre
no iba a poder cuidar de ella y que lo mejor era entregarla.
Por el
contrario, su hermana si sabía de su existencia, la había buscado, pero sin
resultados: “Nos encontramos 30 años después. Lo más divertido es que tenemos
el mismo nombre. Yo me llamaba Usha, que significa diosa del amanecer, pero mi
padre pensó que con ese nombre yo me perdería en el mundo y me lo cambió por el
de mi hermana Asha, que quiere decir deseo y esperanza, para que tuviera más
fuerza dentro de mí”.
Después del
rodaje del documental se dio un tiempo para estar con su hermana, para
conocerla a ella y a esa parte de su historia que le faltaba. Esa vida que
podría haber sido la suya. Y fue así como se encontró con sus sobrinos y
sobrinos nietos. Algunos de ellos estaban muy mal, y aún así se negaba a
llevárselos a España: “Les decía que mientras tuvieran papá y mamá era mejor
que estuviesen con ellos. Pero mi hermana insistía. Hasta que el 2007 dije
bueno, lo he meditado y fui a buscar a quien el destino quiera que sea mi hija.
Y así apareció Komal. Yo no iba a escoger, porque elegir el destino de alguien
es muy fuerte. Al entrar a la casa ella se tiró a mis brazos y así se quedó,
hasta el día de hoy. Ella eligió. Y es nuestra hija.”
Komal llegó
con asma, con desnutrición, pero hoy está bien, rodeada de cariño, de amor, con
mucha felicidad y con su historia asumida como un saber consciente.
¿Cómo manejan la relación con la familia
india?
El único que
sabe inglés es mi primo y con él hablo. Mi hermana y la mamá de Komal hablan
malati y por lo mismo es difícil hablar con ellas.
Una cosa es conocer la historia, pero otra
cosa es asumirla ¿Sientes que te reconciliaste con tu pasado?
Sí. Perdoné
a mi papá, porque me dejó. Pero él, no me abandonó, sino que me entregó para
que yo pudiera tener una vida mejor.
¿Cuándo llega el perdón?
Cuando hice
mi primer viaje ya sabía que mi papá me había dado a las monjas y que mi mamá
había muerto y pensé oh, pobrecito, con este panorama por delante, de miseria,
de falta de todo, cómo no iba a estar desesperado con una niña, qué hacía. Fue
en el segundo viaje, cuando mi hermana me contó la historia verdadera, que es
maravillosa, como un regalo del cielo, que di las gracias por tener la oportunidad
de haber tenido una vida distinta. Y tengo a India en casa, porque uno nunca
debe olvidar sus orígenes. Eso te da la fuerza de tocar el suelo y darte cuenta
que uno tiene una vida maravillosa.
¿Crees que siempre es sanador conocer la
historia de origen?
Sí. Creo que
estás tan dispuesto a que te digan cualquier barbaridad que ninguna historia
puede ser peor a que la que te imaginas. Por lo tanto, saberla, tener una
explicación te da luz.
¿Qué sientes cuando ya tienes el puzle
armado?
Felicidad
maravillosa. Tener el pasado ordenadito, te permite vivir el presente y el
futuro de otra manera. Me siento liberada. Es una carga que te oprime, pero que
cuando te la sacas te libera. Entonces empiezas a vivir.
Siredey, Verónica (2015) Asha Miró. Una búsqueda iluminadora. Adopción y
Familia, 11, 8-11
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