Por Charo Blanco
Psicóloga Infantil
Cuando
me piden que escriba algo sobre niños adoptados que pueda ayudar a los padres
adoptivos, empiezo a pensar instintivamente en los menores que he visto en las
últimas semanas y en las dificultades que tienen, casi siempre me vienen a la
memoria los relatos de los padres, refiriéndose a los problemas en el cole:
falta de atención, poco rendimiento, retraso en el ritmo de la clase y todo ese
conjunto de síntomas que los profesores recuerdan en cada tutoría con mucha
insistencia y con poca tolerancia en algunos casos.
A veces me pongo en el lugar de esos padres que temen que llegue
el día de la dichosa tutoría, porque tienen miedo de escuchar de nuevo las
mismas quejas de siempre, sintiéndose un tanto cuestionados en su capacidad
como educadores. Esta situación se suma también a las dificultades en casa que
están relacionadas de la misma manera, con la falta de límites, con la falta de
atención y con una rabia a veces desproporcionada que aparece con frecuencia
ante el más mínimo atisbo de contrariedad. Todos los padres adoptivos ya tienen
bastante integrado que el grado de tolerancia a la frustración en sus hijos, es
escaso y esta es quizás la base de la mayoría de los conflictos en casa.
Intento transmitirles un mensaje de calma para que puedan
filtrar toda esta información que les desborda porque ellos mejor que nadie
conocen a sus hijos y ven el esfuerzo que hacen cada día y el reto que supone
para ellos una enseñanza estandarizada que no entiende de adopción, ni de
trauma temprano ni de maltrato infantil previo, ni de muchas otras secuelas tan
presentes en ellos. Algo en lo que desgraciadamente nuestros niños adoptados se
hicieron expertos tempranamente.
Con
toda la perseverancia y el convencimiento de los que soy capaz, les digo a los
padres que más que el resultado en matemáticas o en sociales, debe preocuparles
los sentimientos y la expresión de las emociones que perciben en sus hijos,
porque este es el único indicador del grado de éxito que la experiencia de la
adopción está teniendo en los menores. Que se pregunten a menudo si su hijo/a
es feliz, simplemente esto, al margen de las calificaciones escolares.
Por esto y porque percibo cada vez más en padres con un nivel de
formación alto, que el grado de expectativas y de exigencias con respecto al rendimiento
académico, es también alto y esto hace que en su afán por cumplir con esas
expectativas, algunos niños adoptados realicen un tremendo esfuerzo por
complacer a los adultos de su entorno: padres, profesores y demás familia. Esta
cuestión me preocupa cada vez más, por eso quería hoy referirme a ella.
Me encuentro a menudo con niños que están muy desconectados de
sus emociones y que muestran una sobreadaptación al entorno, que esconde a
veces una rabia contenida y un grado de frustración elevado, que algunos padres
no perciben. En la pre-adolescencia conozco casos de niños que estallan en
situaciones que los padres nunca hubieran imaginado y todo esto tiene que ver
con el miedo que tienen a defraudar a su nueva familia. A veces los niños pasan
de una complacencia ejemplar a una violencia y agresividad extremas. Cuando un
niño tiene que lidiar diariamente con el reto que supone establecer relaciones
con sus iguales, sin sentirse discriminados por sus rasgos o por su condición
adoptiva, atender de forma adecuada en clase, realizar todas las tareas que le
son encomendadas y confirmar con sus padres ese estrecho vínculo que tanta
inseguridad les causa y del que tanta necesidad tienen……..todo ello supone un
esfuerzo enorme casi titánico, que hace que agoten antes que otros niños, la
energía y los recursos adaptativos tan frágiles que poseen.
Quería referirme hoy al estilo de apego que establecen estos
menores y a como en sus manifestaciones muestran muchas veces el miedo a ser
abandonados de nuevo y a sentirse solos y que explicarían en buena medida las
dificultades que se están encontrando algunos padres adoptivos en esa etapa tan
temida como es la adolescencia.
La teoría del apego habla de una disposición genética para
establecer relaciones de proximidad y se refiere sobre todo a la naturaleza
especial de las relaciones cercanas, tomando como relación prototípica la que
se da entre el niño y el cuidador/madre. Por eso es obvio entender que a los
niños adoptados, les ha faltado de forma severa y a una edad temprana y clave
para el neurodesarrollo, la atención sensible y empática de sus necesidades
afectivas, mediante una experiencia de apego seguro con un cuidador
competente. Esta etapa condiciona de alguna manera su forma de sentirse en
el mundo y lo que esperan de él, casi siempre creando una desconfianza
generalizada hacia las relaciones con los demás.
Las
figuras de apego se establecen en base a los adultos significativos que el niño
percibe como estables y disponibles, y es a partir de ellos que el niño
construye una representación afectiva de lo que es una persona. Una relación de
calidad en las primeras etapas, le hubiera permitido al niño disponer de una
representación interna de sus figuras de apego, como disponibles pero separadas
de sí mismo y esto le hubiera servido como base de seguridad para explorar su
entorno y a los extraños. La calidad del apego es tan relevante porque
determinará en su desarrollo aspectos tan importantes como la empatía, la
modulación de sus impulsos, deseos y pulsiones y sobre todo su capacidad para
dar y recibir. Le dotará además de recursos para manejar situaciones
emocionalmente difíciles y frustrantes como las separaciones y las pérdidas. Cuando
un niño no ha tenido la posibilidad de establecer un apego primario de calidad
en el curso de su primer año o en el máximo de los dos primeros años de vida,
puede presentar a menudo, déficits en su desarrollo, en especial en el ámbito
de sus comportamientos sociales y en el desarrollo de su aprendizaje. Estos
déficits pueden alterar la capacidad de vincularse de forma empática con los
demás, así como obtener buenos resultados en los procesos de aprendizaje.
Desafortunadamente todos estos déficits están muy presentes en todos los niños
adoptados, ya que son precisamente esas circunstancias de adversidad las que le
llevaron a una nueva familia. Son la base de la mayoría de las dificultades que
manifiestan en todos los ámbitos, por eso es tan necesario que los padres
adoptivos manejen esta información y se convierta en una herramienta
imprescindible en el día a día.
TIPOLOGÍA DE LOS TRASTORNOS DE
APEGO
Me gustaría hacer
también una breve descripción de los tres tipos de apego inseguro atendiendo a las conductas que
presentan los niños, porque creo que puede orientar a los padres y ayudarles a
entender muchas de sus conductas estereotipadas.
Inseguro
evitativo: El niño tiene una representación de los otros como no disponibles y de
sí mismo como capaz de controlarlo todo. Tiene muchas dificultades para la
sociabilidad con sus iguales y sobre todo con los adultos. A menudo estos niños
parecen excesivamente autónomos y autosuficientes. Se muestran de la misma
manera en el contexto escolar como familiar.
Inseguro
ansioso-ambivalente: Lo más destacado es que en el niño se observa que la conducta de apego
está activada la mayor parte del tiempo, ya que reclaman mucha atención. Nunca
se sienten suficientemente amados o atendidos. Tienden a cronificar las
conductas de dependencia y la representación de sí mismos como “indefensos y
solos, no queridos”.
Inseguro
desorganizado: Lo presentan los niños más dañados con posibles procesos traumáticos.
A menudo se observa en ellos cambios bruscos de ánimo con comportamientos
desafiantes o violentos y a veces también una inhibición excesiva. Muestran
daño en el control de impulsos y en la regulación de la agresividad.
Otro tipo de apego
especialmente preocupante y que cada vez con más frecuencia observamos en niños
adoptados es del tipo inseguro “complaciente”; se
percibe en niños que están muy desconectados a nivel emocional, que muestran
una necesidad exagerada por complacer a todos y en especial a los adultos,
sacrificando sus propias necesidades afectivas y manteniendo un nivel de
auto-exigencia muy elevado destacando en el rendimiento escolar y demás
actividades que realizan. Es a estos casos sobre todo a los que me refería al
principio, porque es fácil que el sufrimiento del niño pase desapercibido a los
adultos, ya que normalmente va cumpliendo las expectativas que sobre él se han
depositado. A veces preocupa a los padres la frialdad excesiva que muestran en
sus sentimientos y la tristeza que acompaña a su excesiva complacencia.
No quiero dejar de
mencionar para aquellos padres que se inicien en la adopción, una conducta de
apego muy estereotipada en los niños adoptados sobre todo a su llegada, y es
del tipo “indiscriminado” y lo más destacado de ellos es
que se muestran tiernos y amorosos con cualquier persona que se les acerque.
Dispuestos a irse de la mano del primer adulto que muestre interés en ellos.
Muchos padres adoptivos cuentan a veces con alivio y otras con extrañeza como
la primera vez que visitaron el orfanato había niños que se acercaban o les
abrazaban al verle, incluso su propio hijo les recibió con un fuerte abrazo y
este tipo de conducta se prolongó en el tiempo después de la llegada a casa.
Estas conductas que se van modificando y mejorando con el tiempo a medida que
el niño desarrolla un apego seguro con sus padres, no dejan de ser síntoma de
un trastorno de apego inicial como consecuencia del abandono previo, de los
malos tratos o de una institucionalización prolongada.
fuente:
adopcionpuntodeencuentro.com
Qué buen artículo, felicitaciones colega...
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