viernes, 19 de junio de 2015

La responsabilidad de ser padre

Psicólogo Clínico Infanto-Juvenil

El célebre poeta Khalil Gibran decía: “Vuestros hijos no son vuestros. Son los hijos y las hijas del anhelo de la Vida. No os pertenecen”. Ya hace un siglo entendía que los hijos no son propiedad de sus padres y, quien se atribuya este rol, debe ganárselo.
No basta con el deseo de ser padres, y bien lo saben quienes lo ansían con intensidad, pero la biología les trunca el anhelo de concebir, gestar y parir. También lo saben quienes, sin la menor intención o preparación, se enfrentan a un embarazo que interrumpe los planes que tenían para su propia vida, y los enfrenta con una situación que sienten los supera y los atemoriza.
No, no basta con ello, porque la paternidad es un acto eminentemente social, no biológico. No es la procreación lo que concede el privilegio de ser padre de una criatura frágil e indefensa, completamente dependiente en el comienzo de su vida al actuar del adulto más próximo. No es el hecho de proveerle de lo que necesita para subsistir. No es lo que diga un papel, cubierto de timbres y firmas, ni el llevar el mismo apellido e incluso el mismo nombre lo que convierte a un niño en hijo ni a un adulto en padre.
Ser padre es algo muy distinto. Es asumir una gran responsabilidad, la de una vida humana que no nos pertenece. Los padres son los primeros guardianes –que cuidan y protegen-, son los primeros educadores –que forman y modelan-, son los primeros terapeutas –que acompañan y guían-, y por sobre todo, son los primeros amantes –que enseñan a ser amado y a amar-, ya que todos sus actos son guiados por un amor incondicional hacia esa vida, que se orienta a ofrecerle lo que realmente necesita para crecer feliz e integrado a la sociedad.
Pero ésta no es una responsabilidad exclusiva de los padres. La sociedad tiene también el compromiso de cuidar a sus niños, de velar porque ellos cuenten con unos padres, con una familia que los proteja, forme, guíe y quiera.
Como sociedad debemos entender y asumir que no toda persona está llamada a ser padre o madre, aun cuando haya procreado; y que en cambio hay quienes sí lo están, pese a no poder concebir. Cuando entendamos esto, estaremos en posición de cuidar a nuestros niños, de entregarles lo que realmente requieren. En ocasiones nos enfrentamos a mujeres embarazadas o que dieron a luz, que manifiestan su intención de no asumir su maternidad por diversos motivos, y las enjuiciamos por no hacerse responsables por la vida de ese niño. Otras veces podemos encontrar a padres que desean llevar su generosidad a niños carentes y desvalidos, concediéndoles la gracia de formar parte de su familia, y los ensalzamos por rescatar a un niño de la miseria.
Cuando hacemos esto, no entendemos que la responsabilidad debe medirse en función del bienestar del niño y no del actuar que la moral dicta como norma para estos casos. Todo niño merece criarse en una familia que satisfaga sus necesidades de protección, amor y guía, y no siempre la familia biológica o la más altruista está capacitada para cumplir con esto.
Es responsabilidad de la sociedad ofrecer la mejor familia al niño que no cuenta con una, porque la merece, así como es responsabilidad de los padres velar por entregar al hijo o hija lo que requiere, porque le corresponde. No es fácil ser padres y la adopción, todos sabemos, implica una carga extra, pero la experiencia nos ha mostrado que éstos son padres dedicados, atentos y cariñosos, más padres de sus hijos que cualquiera. Saben lo difícil que es su tarea, porque la están cumpliendo con cada fibra de su cuerpo y con cada aliento de su espíritu. Pero ésta es una responsabilidad compartida, todos los actores de este proceso trabajan en conjunto por el bienestar de niños y niñas: las instituciones han de ofrecer apoyo y las familias deben de buscarlo.

Es tarea de todos velar porque cada proyecto familiar resulte exitoso, para asegurar así el éxito de nuestra sociedad.

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