La autoestima es la valoración o
evaluación, que hacemos de nosotros mismos. Se basa en los juicios de valor en
todos los aspectos de nuestras vidas: intelectual, social, corporal.
En los niños y niñas, la
autoestima se basa principalmente en lo que sus personas significativas dicen o
comunican acerca de ellos. Es decir, lo que el niño y la niña piensan y dicen
acerca de sí mismos tiene estrecha relación con lo que sus padres, familiares,
profesores, amigos y compañeros dicen de ellos. Por tanto, debemos poner
especial atención a la forma cómo nos referimos a ellos y a lo que les
transmitimos con nuestros gestos.
Reforzar la autoestima de los niños y niñas es fundamental, pues los
abusadores sexuales tienden a escoger a aquellos con baja autoestima.
Si el niño o la niña adquieren
buena autoestima lograrán:
- Seguridad en sí mismos.
- Capacidad de mayor aceptación frente a las críticas.
- Mayor tolerancia a la frustración.
- Mejor sentido de humor.
- Mayor capacidad de adaptarse a diferentes situaciones.
- Autonomía social y optimismo.
- Capacidad de decisión.
- Un sentimiento de dignidad personal y respeto por sí mismos.
- Ser una persona auténtica.
- No compararse con los demás, sino con sus propios avances.
- Poder aceptar, relacionarse, respetar y amar a otros.
- Tener más probabilidades de ser feliz, incluso más allá de las circunstancias de la vida, dado que se sentirá capaz de afrontar los problemas, aprender de ellos y disfrutar de los éxitos.
- Sentirse inseguros.
- Tener baja tolerancia a la frustración.
- Tener baja capacidad de adaptación.
- Tener incapacidad de decidir por sí mismos.
- Tener mayor probabilidad de enfermedades y depresión.
- Desarrollar adicciones.
- Sentirse infelices.
- Ser incapaces de relacionarse con los demás de un modo grato y sano.
- Estar más expuestos a situaciones de riesgo o de autodestrucción, pues no sabrán protegerse ni valorarán su propia vida.
Para contribuir al desarrollo de
una sana autoestima es necesario, por una parte, reconocer sus cualidades y
logros y, por otra parte, evitar conductas que contribuyan a generar sentimientos
de incapacidad y desvalorización, como, por ejemplo: “A ver, déjame a mí, tú no
sabes hacerlo”.
Esto se logra mediante las
siguientes conductas:
- Darles responsabilidades supervisadas y validar sus opiniones, para que adquieran sentimientos de competencia y seguridad en sí mismos.
- Enseñarles con el ejemplo, valorándonos a nosotros mismos y mostrándonos competentes.
- Cuando cometen errores, sugerirles soluciones y enseñarles a descubrir las causas que les condujeron al fracaso, en vez de criticarlos duramente.
- Referirse a los errores o conductas deficientes como un estado transitorio o un comportamiento específico. Por ejemplo: “Últimamente has estado un poquito flojo”, “te pones porfiada cuando...” Y no como algo propio del niño o niña, por ejemplo: “Eres flojo”, “eres porfiado”.
- Felicitarlos cuando hacen algo bien, especialmente si le cuesta.
- Hablar positivamente de ellos, cuando estén presentes.
- Refuércelos cuando hagan algo bien, sin comparar con lo mal que lo hicieron en otra ocasión. Mantenga el mensaje positivo.
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