TODAS ESAS "MADRES"
Psicólogo Clínico Infanto-Juvenil
"La
sangre que heredamos está hecha de las cosas que comimos de niños, de las
palabras que nos cantaron en la cuna, de los brazos que nos cuidaron, la ropa
que nos cobijó y las tormentas que otros remontaron para darnos vida, pero, sobre
todo, la sangre se nos teje con las historias y los sueños de quien nos
crece" (Ángeles Mastretta)
Durante la
última celebración comercial del Día de la Madre y su nutrida
publicidad, hubo un anuncio que llamó mi atención. Era el saludo a todas esas madres
de nuestra vida: la mamá, la abuelita, la tía, la madrina, todas esas mujeres
que forman parte de lo cotidiano y cumplen un rol especial en nuestro mundo y
que merecen ser reconocidas en el Día de la Madre. Pero, ¿qué es eso especial que hace madre a una persona?
Por lo general, entendemos que es
ésta la mujer que engendra un niño, lo lleva en su vientre y le brinda cobijo y
alimentación hasta el nacimiento; comparte su sangre y su genética. Luego es
quien lo recibe, lo cuida y lo protege cuando es un bebé desvalido y
completamente dependiente; lo alimenta, lo limpia, lo abriga y lo hace
dormir. Es quien lo acuna, lo acaricia para demostrarle lo valioso y
querido que es, lo alivia cuando sufre alguna herida y lo consuela en el
llanto. También es quien le estimula a ir ganando de a poco su independencia,
lo alienta ante sus logros y lo corrige en sus errores; es quien pone límites y
enseña a respetarlos. Quien le inicia en la convivencia con los demás, le
enseña a hacer amigos, a elegirlos y a conservarlos. Que inculca modales,
hábitos y valores.
Esperamos
encontrar todo eso en la misma persona, pero no siempre es así. Comúnmente no
lo es, como me hizo tomar conciencia el aviso comercial. Este rol suele ser
apoyado o compartido por otras personas que forman parte de la vida cotidiana y
afectiva del niño.
Los
adoptados, en su mayoría, vivieron carencias profundas en su experiencia
familiar temprana, que son las que finalmente determinaron la separación de su
familia de origen, incapaces de brindar aquello que es esencial para
garantizar la protección y el sano desarrollo de su hijo. Estas carencias
no están necesariamente relacionadas con falta de cariño, con la ausencia de
vínculo o con desinterés por el niño. Muchos padres no saben cómo cumplir su
rol y brindar todo lo que un hijo necesita para su desarrollo sano y feliz.
Muchos desean ser buenos padres, pero no saben cómo hacerlo o no logran
adquirir las destrezas y habilidades que les permitan asumir la responsabilidad
de la parentalidad. Muchas veces ellos mismos no han experimentado en su vida
la nutrición afectiva de los buenos tratos.
Hay niños
que tuvieron la experiencia de vivir con unos padres que no fueron capaces de
cuidarlos y protegerlos y, en este periodo, pudieron haber experimentado un cariño
genuino, pese a las debilidades mostradas en otros aspectos de su cuidado,
como la falta de disponibilidad, el proveer un entorno seguro, la
existencia de un trastorno psiquiátrico, problemas con drogas, mendicidad,
falta de redes de apoyo o negligencia extrema. Algunos también fueron cuidados
por otras personas mientras llegaban a su hogar definitivo, familias de acogida
o cuidadores institucionales que, generosamente, se prestaron a la tarea
de prodigar cuidados y afecto, que no sólo permitieron al niño curar heridas,
sino también contar y sumar experiencias de amor, recibiendo las bases para
relacionarse con los demás, para la formación del vínculo de apego, para su
autoimagen y autovaloración.
Todas
estas personas forman parte de la historia del niño y han colaborado en quién
es hoy. Un inicio difícil, una familia que fracasó en la tarea de ser padres,
no los excluye como personas importantes en su vida afectiva. Un hijo adoptivo
necesita ser aceptado en su individualidad y singularidad, que sus padres
reconozcan, se apropien, aprecien y resguarden su historia preadoptiva, con
recuerdos, vínculos y afectos de las personas que antecedieron la adopción. Una
historia dinámica, donde los padres adoptivos deben permitir que exista un
lugar para todos y relatar la historia sin dejar de lado a padres biológicos, a
cuidadores en una familia de acogida o en una institución, así como a aquellas
personas que pueblan hoy su mundo afectivo.
Porque
todas esas “madres” forman parte de la vida del hijo.
Psicólogo Clínico Infanto-Juvenil
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